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Columna
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Ética en economía

Cuando se reflexiona sobre las consecuencias y los efectos de las crisis económicas, inexcusablemente se ponen de manifiesto tanto los posibles caminos de salida como las diferentes relaciones y comportamientos con la ética. Hasta el momento, las escuelas de negocio y los institutos que forman y capacitan a expertos financieros consideraban que la concepción de la ciencia económica se basaba en un exceso de economicismo en lo tocante a la gestión empresarial. Y, consecuencia de la misma, la gestión ha estado profundamente deshumanizada, cuestión que ha desembocado en los actuales desastres.

En este sentido, se exige y se recomienda, cada vez más, efectuar un diagnóstico que refleje la actual situación. Así, de una parte, en dichas escuelas se ha primado la búsqueda de la eficacia inmediata y de unos rápidos resultados financieros. Ello ha puesto de relieve el hecho de que las personas y los ciudadanos sean un mero concepto instrumental. De hecho, los efectos de la crisis los vemos reflejados en las elevadas tasas de desempleados, en los altos niveles de exclusión social, los abundantes niveles de pobreza, por citar tres ejemplos los suficientemente claros. Por otra parte, lo que se explica en las mencionadas escuelas revela que el concepto de management es individual, a la vez que se realzan y se enfatiza sobre los conceptos de arrogancia, de interés propio y de una apuesta por el abandono de la prudencia en la toma de decisiones.

En las escuelas de negocio se realzaban el interés propio, la falta de prudencia, la arrogancia

Estas ideas están recuperadas de un documento publicado por el IESE, en el que los profesores Andreu y Rosanas critican las bases del funcionamiento docente. Insisten en que lo "buenísimo" o, lo que es lo mismo, un "management durísimo" no está relacionado con suponer obtener "más beneficios para la empresa". En suma, se logra confundir los objetivos y las metas.

¿Qué podemos resaltar de esta situación y circunstancia? Desde otras doctrinas o escuelas de pensamiento económico son obvias ciertas conclusiones. Por ejemplo, se apunta a que las empresas que quieren competir a medio y largo plazo con posibilidades de éxito, necesitarán un plus de excelencia; y ello requiere un compromiso con los trabajadores aumentando su motivación y el reconocimiento de sus aportaciones. En segundo lugar, se insiste en que es preciso analizar la creación de ciertos modelos sociales en los que se sugiere la transparencia, la explicación de resultados y la completa información de sus actividades. Finalmente, las nuevas orientaciones recomiendan ir en contra de las remuneraciones desorbitadas de sus directivos, ya que ello no es compartido con una gestión moralmente sólida con la situación actual.

Las reflexiones del momento nos llevan, por tanto, a subrayar la honda preocupación existente en el campo de los valores y de la ética. Un buen directivo tiene que tener en cuenta que las empresas son comunidades en las que los individuos interactúan en el plano personal. Es obvio que el debate está abierto, ya que fueron otros directivos los causantes de las burbujas inmobiliarias y financieras al aplicar instrumentos mecánicos en su actuar.

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El profesor Hambrick, de la Universidad de Pensilvania, en unas recientes declaraciones a La Vanguardia, manifiesta que los actuales directivos son muy diferentes de los de hace 30 años, al modificar sus escalas de actitudes y de valores. Hoy, los directivos son individualistas, narcisistas y solamente se preocupan por su situación personal. Ello determina que el valor del grupo, de lo colectivo y de su aportación a la sociedad, queda en un segundo plano. Además, continúa diciendo el profesor estadounidense, que los actuales dirigentes empresariales son más materialistas y que piensan en exceso en el dinero.

Estas manifestaciones son muy duras, pero la realidad lo avala. Para concluir el análisis, Hambrick remata con esta frase "la cultura del éxito, de las apariencias, de las grandes retribuciones ha producido que las personas narcisistas quieran ser altos ejecutivos. O sea, el individualismo y el narcisismo son rasgos que encajan en la actualidad".

Tales consideraciones hacen que los diagnósticos se encaminen a resaltar el egoísmo individualizado de los directivos y que los niveles de su aportación a la sociedad se releguen de manera progresiva. Corrobora este aserto el hecho de que siendo sus retribuciones muy altas (especialmente con las stock options recibidas), cuando cometen errores o son causantes de desequilibrios, con consecuencias fatales para la sociedad, no han sido penalizados como deberían.

En suma, al disminuir la ética empresarial, los efectos de la crisis lo pagan los débiles, que sufren los costes de un sistema económico simplemente indigno de una humanidad civilizada.

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