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Columna
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Los indignados y los caducados

El otoño venidero, más que caliente, se presenta espectacular. Ahora mismo los poderes públicos rebanan el presupuesto de pensiones, esparadrapos y tizas para rescatar otra remesa de cajas de ahorro, sin que los responsables del naufragio, en estas y en las que zozobraron antes, purguen prisión preventiva. Al contrario, si no van cara al aire, no es por el peso de la crisis, sino por el de la plata que acumulan en sus bolsillos y otros refugios de postal. A ver si antes de desmantelar empresas públicas, sacan cuentas y comparan costes de salvamentos y desguaces. En otro lado de la carpa los empresarios, dicen, tienen pánico a contratar. No les falta razón. ¿Dónde se ha visto contratar esclavos? Si se portan mal, ni siquiera se les echa de comer. Lo del feudalismo ya fue atrevimiento, habida cuenta de la probada efectividad de látigos y grilletes. Es incomprensible que haya gente irritada, incluso desagradecida, con las bondades que proporciona nuestro régimen de libertades, especialmente de libertades mercantiles. Los indignados ocupan plazas públicas, que ya tardan en privatizar para evitar males mayores. Y encima se quejan por esa democracia que derivó en oficina de colocación para criadas y palanganeros del poder financiero en los pesebres del organigrama. La invasión de la cochambre. Es posible que el catálogo reivindicativo, de tan evidente, se antoje revolucionario a las gentes de orden y a sus descolocados voceros. Es normal. El ahueque provisional de plazas y calles permitirá disfrutar sin sobresaltos del aire acondicionado en despachos y coches oficiales, pero esto no parece un sarpullido de viruela democrática. Hasta puede que no haya suficiente telebasura ni intelectuales orgánicos capaces de contener la creciente oleada de accionistas cabreados por el reparto de miseria.

Entre tanto bulle la olla de indignación, disfruten del circo de los caducados: diputados a la sombra, imputados con trienios, senadores en reposo, partidos de rancio abolengo, consejos de cultura con derecho a dieta, academias tóxicas, periodistas de cámara, asesores en batería y obispos a granel, entre otros vestigios del imperio carolingio. La historia les pasa por encima, pero resisten, aparentan que el derribo no va con ellos. Cuando el circuito de la fórmula quede libre, cedan la pista a este Thriller sin Michael Jackson. Ya que estamos, si Cotino sigue cargando con el crucifijo en estas Cortes de fantasía, otros estarán legitimados para llevarse a la tribuna de oradores un Buda, un tótem comanche o un pene king size de látex, caso de que alguna señoría le rece al dios de la fertilidad. Abrir el melón de las creencias en ciertos espacios es tan arriesgado como los equilibrios de Rita Barberá encaramándose, vara en ristre, hacia una virgen muda y atónita. Això és precís? Acabarán en un aparador de Funermostra, la mejor y más auténtica de nuestras bienales.

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