La final de las arrugas
Schiavone, de casi 31 años, y Li, de 29, protagonizan la cita decisiva de más edad desde 1986
"Quizás esto venga de muy lejos, de cuando era niña y soñaba con esto. Quizás sea inspiración: cuando vengo a París, siento algo especial. Entraré en la pista dando gracias, disfrutando de grandes emociones", dice la italiana Francesca Schiavone tras derrotar por un doble 6-3 a la francesa Bartoli y clasificarse para defender mañana el título de 2010, el último de su currículo. "Estoy emocionada. También, preparada", le reta la china Na Li, vencedora (6-4 y 7-5) de la rusa Sharapova, que remontó una y otra vez las desventajas, que buscó una y otra vez la posibilidad de completar el Grand Slam, los cuatro grandes, hasta inclinarse ante la fuerza de la número siete.
Schiavo, que juega rodeada por sus tifosi, vestidos de azul, el color de Italia, igual que el año pasado vestía camisetas con mensaje (Nada es imposible), fue una júnior que iba con su cámara de fotos a inmortalizar a Steffi Graf y Mónica Seles, las mujeres de los pósteres de su habitación. Li, finalista este año en el Abierto de Australia, dejó el tenis para seguir a su novio hasta la Universidad. Luego, ya casada, fue capaz de despedirle como técnico, de quejarse en público de sus ronquidos y de anunciar al mundo que le quería y, en medio, de romper con el estricto sistema deportivo chino y tomar las riendas de su carrera. Es una final de contrastes unida por los carnés. La italiana cumplirá el día 23 de este mes 31 años. La china tiene 29. En París no se veía un cruce decisivo de tanta edad, 59 años, casi 60, desde 1986. Y en el resto de los grandes, desde Wimbledon 1998 (la estadounidense de origen checo Martina Navratilova es la triunfadora más veterana en el Grand Slam: 33 en Wimbledon 1990).
Tras la época de las campeonas adolescentes, es un regalo para el decaído tenis femenino. Con una china de por medio, la audiencia televisiva está asegurada. Los ejecutivos sueñan con la victoria de Li, pegadora plana, que sería la primera gran campeona de su país y representaría el asalto definitivo de Asia. Las jugadoras, sin embargo, se identifican más con Schiavone, que rompe estereotipos (1,66 metros, 64 kilos y revés a una mano); que sobrevive con su mezcla de alturas, golpes y velocidades; que no golpea igual dos bolas seguidas y que busca algo muy difícil: solo cinco tenistas han reeditado al año siguiente su título en París. La número siete contra la cinco. Gritos, ritmo, puños cerrados y tiros variados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.