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Reportaje:Economía global

La realidad se impone al G-8

La agenda de los países desarrollados pierde fuelle pese al empeño de Sarkozy

Alicia González

Francia asombró a la comunidad internacional en otoño pasado cuando asumió la doble presidencia rotatoria del G-8 y del G-20 y anunció que habría cumbres separadas de los dos foros. Desde la cumbre de Pittsburgh de septiembre de 2009 parecía que las reuniones de los ocho países más industrializados fuera del contexto de un encuentro del G-20 habían pasado a la historia, ante la creciente fortaleza de algunas economías emergentes y lo debilitadas que habían quedado las economías más desarrolladas tras la crisis financiera. Pero Francia se empeñó en rescatar este formato, de manera independiente al de las cumbres del G-20, con la intención de reforzar el papel de las economías desarrolladas en la escena internacional.

El Grupo de los Ocho refleja un mundo que ha cambiado con la globalización

Lo forzado de este planteamiento quedó en evidencia hace ahora un mes. Entonces, el Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo pública la lista de las economías consideradas sistémicas y que el organismo debería seguir con especial atención, dado que sus problemas podían poner en jaque las finanzas mundiales. Tradicionalmente, esa lista estaba ocupada por las economías ricas, por los antiguos miembros del Grupo de los Siete. Pero esa división pasó a la historia. Canadá e Italia quedaban fuera de la lista de países sistémicos y dejaban paso a China e India. Nacía el nuevo G-7.

[El G8 lo forman Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Japón, Italia, Reino Unido y Rusia, y el G20 está integrado por los países del G-8 más China, India, Brasil, Sudáfrica, México, Australia, Indonesia, Turquía, Corea del Sur, Arabia Saudí, Argentina y la Unión Europea].

"El G-8 está muerto. Es un reflejo del mundo de los años cincuenta que no recoge la nueva realidad mundial tras la globalización y la aparición de los nuevos poderes económicos", subraya Fernando Fernández, profesor de Economía del IE Business School. Muerto o no muerto, el G-8 se reunirá los días 26 y 27 de este mes en el balneario francés de Deauville, a poco más de una hora de París. El mismo escenario en el que, el pasado otoño, Sarkozy y la canciller alemana, Angela Merkel, sellaron importantes acuerdos con vistas a los futuros rescates financieros en el seno de la Unión Europea.

Francia, pese a las formas, ha venido a reconocer esta nueva realidad a la hora de fijar agendas. El G-20 ha desplazado al G-8 en todos los temas importantes, y será en esa cumbre donde se debatan los temas a los que París ha dado mayor importancia. De hecho, el propio Nicolas Sarkozy ha recuperado una vieja idea de 2008 y ha vuelto a sugerir la creación de un G-14, un foro de potencias desarrolladas y potencias emergentes que ha recabado escasos apoyos. La crisis, sin duda, ha consolidado al G-20.

A principios de noviembre, cuando las principales economías mundiales -esta vez, sí- se reúnan en Cannes discutirán cómo reforzar la regulación financiera, la reforma del sistema monetario internacional o la volatilidad de los precios de las materias primas, entre otras cuestiones. En Deauville, los temas de debate se ceñirán a todo lo relacionado con Internet, el tráfico de cocaína, la alianza con África y temas relacionados con la paz y el terrorismo. A esa agenda habrá que añadir el debate en torno a la seguridad nuclear, surgido tras el terremoto que golpeó a Japón el pasado mes de marzo y donde, una vez más, la industria nuclear francesa tiene mucho que decir.

"Francia ha fijado una agenda demasiado ambiciosa para esta doble presidencia. Ha querido relanzar el G-8 como imagen de presencia e importancia internacional, pero ese foro carece de efectividad", asegura Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano. "Incluso en el tema de las divisas, y pese al anuncio a bombo y platillo de la intervención del G-7 -el pasado mes de marzo- en favor del yen, es discutible que se necesite a las antiguas potencias que forjaron el Acuerdo del Plaza para una intervención de esas características. Basta con que lo acuerden la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y el Banco de Japón", señala.

"Es más, la presencia más efectiva ante una intervención coordinada de las autoridades monetarias mundiales, sin duda, sería la del banco central de China, que es el que en estos momentos tiene el dinero", apunta Fernández.

Francia ha invitado a la cumbre de Deauville a Túnez y a Egipto, una clara señal hacia los países que han formado parte de su área de influencia y con los que París quiere restaurar puentes tras las críticas que suscitó su gestión inicial de las crisis en los países árabes. Además, esta zona ha sido una especie de patio trasero de Francia, y son muchos los intereses económicos que tiene en juego en la región. "Esa es una prueba más de que Francia está utilizando la presidencia para intentar demostrar su propia importancia en la escena internacional. Lo mismo pasa con cada presidencia en manos de un país europeo. La agenda común cede todo el peso en favor de las agendas nacionales. Mientras la Unión Europea no impulse una agenda propia, el euro va a carecer de credibilidad", insiste el profesor de Economía del IE Business School.

Lo cierto es que la crisis de deuda soberana que sufre buena parte de Europa no ayuda a dibujar una agenda común internacionalmente. "Esos problemas vuelven a Europa hacia dentro y menos proclive a impulsar una agenda internacional", recuerda Steinberg.

La política nacional francesa también tiene cabida en la presidencia de ambos foros. El director gerente del FMI acude como invitado habitual a las cumbres del G-20, pero no a las del G-8, salvo excepciones. Eso significa que Dominique Strauss Kahn, posible candidato socialista a la presidencia de la República en las elecciones de 2012, no estará presente, por tanto, en la cumbre de Deauville de finales de mes y sí debería estarlo en la reunión de Cannes. Para entonces, sin embargo, el responsable del Fondo ya habrá hecho público si vuelve a la escena política francesa, y en caso afirmativo -como se da por descontado en Washington- no participará en la cumbre.

Nicolas Sarkozy, rodeado de otros líderes mundiales en la cumbre del G-8 del año pasado en Ontario (Canadá).
Nicolas Sarkozy, rodeado de otros líderes mundiales en la cumbre del G-8 del año pasado en Ontario (Canadá).C. ENA (AFP)

España, al G-20

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no estará presente en la reunión de finales de mes en Deauville. Pese al empeño diplomático español -inusualmente compartido por los últimos Gobiernos- en formar parte del restringido grupo de las potencias mundiales de la posguerra, la crisis económica ha acabado con cualquier posibilidad de lograr semejante objetivo, si es que alguna vez esa posibilidad existió y fue real. De ser la octava potencia económica mundial, España ha pasado a ocupar el puesto número 12 del ranking, según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Sin embargo, España sí ha conseguido consolidar su presencia en el G-20 y desde 2010 se ha convertido en invitado permanente de estas reuniones, en reconocimiento a su posición entre las 20 economías más importantes del mundo y a la relevancia de su sector financiero a nivel global.

"España está en el peor de los mundos", remacha un pesimista Fernando Fernández, que defiende la necesidad española de apostar, más que por el G-20, por que Europa tenga una posición común en los foros internacionales. "Dentro de Europa tenemos un tamaño y una cierta influencia. Esa es la única vía para ganar peso político internacional", asevera el profesor. En ese foro, la Unión Europea es el miembro número 20, con asiento propio. Holanda, Suiza y Bélgica también han logrado colarse en las reuniones del G-20, aunque con un estatus distinto.

Al asumir la presidencia de este grupo, el pasado otoño, Nicolas Sarkozy propuso la creación de un secretariado permanente, con París y Seúl como posibles sedes del mismo. La propuesta contó con el apoyo de China y de Brasil, pero fue rechazada de plano por Italia y por Japón. Aunque el tema ha dejado de formar parte de las discusiones formales de la agenda, Corea del Sur ha propuesto la creación de una sede virtual, en sintonía con los tiempos. -

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.
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