Principio de autoridad
Al señor Zomegnan, director y jefe de Organización de este Giro de Italia, que habla de la carrera como si de su propio hijo se tratase, le gusta dejar claro desde el primer momento el principio de autoridad. Primer día y, como entrante, la etapa más larga de toda la carrera: 244 kilómetros para el cuerpo. Kilómetros que empiezan a contar y que con el paso de los días, especialmente durante la última semana, empezarán a pasar factura.
Lo que más me gustó, al margen del bonito sprint, fue la elegancia con la que Petacchi ignoró las airadas, y estériles, protestas de Cavendish. Quien da primero da dos veces, dice el dicho. Y el Peta, viejo zorro en estas lides, fue el primero en alzar los brazos al cielo al igualar a un icono, Merckx, en el número de victorias en el Giro.
Me sorprendió positivamente que no hubiese caídas en los kilómetros finales, pues los empedrados urbanos y los estrechamientos de calzada unidos a los nervios lógicos y a lo intacto de las fuerzas de estos primeros días hacen de estas etapas terreno abonado para las montoneras. Pero... no. El espectáculo fue limpio y asistimos a un pulso mano a mano entre los dos mejores especialistas al sprint entre los participantes, Petacchi y Cavendish.
Tras el trabajo previo del HTC, con el propio líder Pinotti en su labor habitual de gregario, el Garmin puso toda la carne en el asador para Farrar. Pero, al entrar en la última e interminable recta, los norteamericanos se diluyeron y fue el Lampre quien tomó las riendas. Hondo colocó a Petacchi con maestría, pero otro maestro en esta labor, Renshaw, supo colarse en última instancia para dejar a Cavendish en una situación inmejorable para aspirar a la victoria.
Fue en ese mismo momento, justamente cuando Renshaw sobrepasó a Petacchi por su izquierda, cuando el italiano se comportó como un caballero con el británico y le cedió elegantemente el puesto sin meterse en peleas inútiles. Y, una vez a su rueda, Petacchi fue quien mejor calculó la distancia y lanzó el sprint a la ideal para sus piernas.
De ahí, el enfado de Cavendish; de ahí, sus protestas, pues fue su indecisión y la anticipación del italiano lo que le hizo perder una de las pocas oportunidades de lucimiento que tenía en este Giro. Además, todo después de que sus compañeros le hubiesen hecho un trabajo perfecto. Cuando miró a su derecha y vio al italiano lanzado a su altura, fue ya tarde. Los cambios de dirección de Petacchi fueron jugadas de maestro y la frustración de Cavendish surgió de su impotencia porque, siendo el más fuerte y con la mejor posición para ganar, fue incapaz de lograrlo.
Que madure y aprenda de Petacchi. Que sabe más el zorro por viejo que por zorro.
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