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Reportaje:

Una tregua en el cisma de Oriente

Inmigrantes rumanos lograron celebrar misas ortodoxas en la catedral de Santiago

A Ion Stan no le gusta nada decir que asociaciones como la suya sirven para "cambiar" la imagen que ofrecen los medios de comunicación de sus compatriotas rumanos. "No tenemos nada que cambiar, simplemente debemos mostrar lo que realmente somos". Para Stan, que vive en Santiago desde 2005 -aunque es natural de Craiova, en el sur de Rumanía-, alrededor de los inmigrantes hay mucho ruido y poca información. "Cuando la gente habla de países del Este se están refiriendo a Rumanía. Lo hacen porque no saben prácticamente nada de nuestro país. Y también por la imagen que da de nosotros la prensa, que no nos ha ayudado mucho", explica Stan, que llegó a Santiago para hacer un curso de español pero con la firme intención de quedarse.

El Cabildo cedió la capilla de San Andrés durante un año
La asociación, la única de Galicia, se ha quedado sin subvenciones

Hoy Ion es el presidente de la única asociación de rumanos que existe en Galicia, Puente Cultural Rumano-Gallego, con cuya labor tuvo mucho que ver la decisión del Cabildo de la Catedral de Santiago de ceder una capilla del templo, la de San Andrés, para que los creyentes ortodoxos pudieran celebrar su rito. Las misas ortodoxas en la catedral católica duraron un año, hasta que el pasado junio se mudaron a un local privado de A Coruña debido al traslado a esta ciudad del cura que las oficiaba, Danut Trifan, enviado por la propia Iglesia de Rumanía. "No soy practicante, pero siempre he intentado que la comunidad tuviera un párroco, porque creo que es un derecho y una forma de seguir con nuestras tradiciones", afirma.

No fue fácil conseguir el sí del Cabildo, aunque luego la iniciativa desató tanta curiosidad que fieles de ambas confesiones se agolpaban a la puerta para asistir a la larga liturgia rumana. También se llenaba el interior de la capilla, pero finalmente al párroco le tentó la intimidad de un espacio propio, así que este año la tradicional Misa de Pascua, una de las fechas más señaladas del calendario ortodoxo, se celebrará por primera vez en A Coruña. "Nosotros somos el contacto con las instituciones", cuenta Stan. El Instituto Cultural Rumano de Bucarest los usa como intermediarios en exposiciones, conciertos o conferencias programadas para España. Para la asociación los encargos son un respiro, porque el drástico recorte de ayudas anunciado por la Xunta a finales del año pasado para financiar actividades de agrupaciones de inmigrantes o colectivos en riesgo de exclusión social ha dejado a la organización que preside Stan sin apenas recursos.

Desde su creación, Puente Cultural, que no llega al centenar de socios, maneja un presupuesto nunca superior a los 2.000 euros por año, pero en este ejercicio tendrá que sobrevivir con donaciones puntuales. "Para este Gobierno las políticas de inmigración no son una prioridad", lamenta. Desde hace dos años, voluntarios de la asociación imparten en el local de Cáritas de Santiago cursos de rumano para los hijos de los inmigrantes, que en muchos casos ya han nacido en Galicia y apenas conocen la lengua de sus padres. "A mí me pasa con mi hijo. Le hablo en rumano pero me contesta siempre en español". Pese a las dificultades, han conseguido cerrar el concierto de un grupo rumano para el 3 de junio en el Campus Sur de Santiago. En los últimos seis años han hecho casi de todo: desde sesiones de música clásica en el Auditorio de Galicia, hasta ciclos de cine o exposiciones de pintores rumanos contemporáneos. "Siempre tratamos de ofrecer calidad, porque eso nos pude ayudar a mostrar esa imagen que queremos de Rumanía. Queremos tener la imagen normal de cualquier ciudadano europeo", insiste. El Puente Cultural Rumano-Gallego forma parte del Foro Galego da Inmigración y es una de las asociaciones que ha participado en la elaboración de un decálogo con indicaciones sobre el tratamiento de este colectivo en los medios de comunicación.

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"Creo que el rumano tiene mucha facilidad para salir y adaptarse a lugares distintos al de origen. Tenemos gente muy preparada a la que se le agota la paciencia porque siente que en Rumanía sus condiciones de vida no mejoran. Yo mismo emigré harto de las condiciones políticas y económicas de mi país", confiesa. La idea de reforzar lazos con sus compatriotas emigrados nació de una mala experiencia personal. "Al venir a Santiago lo pasé mal, porque apenas hablaba el idioma y no conocía a nadie. Las palabras que recibes nada más llegar son las más importantes, aunque es cierto que entre los rumanos la vida asociativa no es tan fuerte como entre los latinos, por ejemplo, porque nosotros somos más independientes". Las cosas le han ido bien y tiene su propio negocio, una consultora que asesora a empresas rumanas que quieren probar suerte en España y viceversa. A veces incluso acompaña a sus clientes a Rumanía para que conozcan el país. "Se sorprenden de lo normal que es todo", cuenta sin disimular la ironía.

Ion Stan, presidente de la asociación Puente Cultural Rumano-Gallego, en Santiago.
Ion Stan, presidente de la asociación Puente Cultural Rumano-Gallego, en Santiago.ÓSCAR CORRAL

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