¿Debe el alcalde presidir actos religiosos en un Estado aconfesional?

Depende. Y depende porque muchos de estos actos pueden estar estrechamente vinculados a actividades cívicas y de gran arraigo, tradición y representatividad para una ciudad. El ejemplo más significativo en A Coruña es la celebración de la Función del Voto, en la que siguiendo una tradición centenaria, se recuerda la defensa de la ciudad del ataque de los ingleses y la heroica actitud de los coruñeses encabezados por María Pita. Es un acto que resalta las virtudes de libertad y de gran respeto a las tradiciones.

Los alcaldes y concejales representan a todos los ciudadanos y siempre tratan de estar en los actos que son relevantes para sus vecinos, sean del tipo que sean. En muchos casos, hay actos públicos que congregan a muchos ciudadanos en torno a una procesión o a una celebración de carácter religioso. En estas circunstancias, se entiende que un representante municipal acuda a una reunión pública como testimonio de su respeto por los vecinos y los acompañe en un acto tan importante para la vida de la ciudad.

La aconfesionalidad del Estado implica su neutralidad. Los poderes públicos deben respetar las creencias y las celebraciones religiosas, pero no pueden participar en ellas para garantizar el principio de igualdad, según señalan los tribunales. La prohibición de que de los poderes públicos concurran con la ciudadanía en actos religiosos implica que el Ayuntamiento deje de participar en actos que ponen a los representantes de la población civil al servicio y a los pies de la Iglesia, vulnerando la aconfesionalidad de los poderes públicos.