Torres contra Nadal

Puesto sobre los 655 metros de altura de Madrid, Rafael Nadal sigue mirando hacia arriba. En la capital española, la pelota vuela más que al nivel del mar, lo que le obliga a retrasarse en el resto y ceder la iniciativa. En la Caja Mágica, donde ayer arrancó el torneo femenino y hoy lo hará el masculino, disfrutan los sacadores con sus servicios de picado infinito, refugio para sus penurias de arcilla. Y allí, sobre el albero de la pista Manuel Santana, jugará el número uno del tenis mundial contra un grupo de gigantones.

Algunas de esas torres lo son por estatura. Nadal (1,85m) arrancará contra el vencedor del partido entre el chipriota Baghdatis y un jugador procedente de la fase previa, pero, si ganase, podrían esperarle el argentino Del Potro (1,98m y antiguo número cuatro) o el sueco Soderling (1,92m y cinco). Hay torres que lo son por su servicio, montaña móvil que obliga a golpear por encima del hombro, como el estadounidense Roddick o Fernando Verdasco, que hoy disputará contra Delpo la final de Estoril tras ganar a la revelación del curso, el canadiense Raonic (6-4 y retirada). Y hay torres que lo son por currículo. Si la lógica se impone, el suizo Federer le esperaría en las semifinales.

Nicolás Almagro, el número 10, no quiere saber nada del sorteo del cuadro hasta que su nombre está en la pizarra. Entonces, su mano inocente empieza a coger fichas y construye el tablero sobre el que se jugará el torneo. "Este año estoy muy bien, pero no quiero ponerme metas", dice. Hace 12 meses empezó su despegue con unas semifinales en Madrid que le vieron ganar un set a Nadal. Jugó con todo lo que tenía a mano: su revés demoledor, su hambre y su saque, gigante de seis metros en la altura madrileña. Como dijo Nadal, que pasa el tiempo entre actos publicitarios, entrenamientos y partidas de golf: "Resta sensaciones". Ante los gigantes, un peligro.