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EL CÓRNER INGLÉS
Columna
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La conspiración de los mediocres

- "No soportamos el caos, pero lo cierto es que la vida es pura sinrazón". De Lágrimas en la lluvia, la nueva novela de Rosa Montero

Muamar el Gadafi cree que la rebelión contra su régimen es una iniciativa de Al Qaeda apoyada por la OTAN. La tercera parte de los votantes republicanos de Estados Unidos considera que Barack Obama es un islamista infiltrado en la Casa Blanca. Un diario importante español propone que todos los servicios de inteligencia del mundo occidental han colaborado con el Gobierno español para proteger a ETA, cuya imagen global se vería perjudicada si se reconociera que orquestó los atentados terroristas del 11M.

Conspiraciones, conspiraciones. La lista es infinita y -¿cómo no?- se extiende al mundo del fútbol. Tres de los clubes más grandes que hay, el Manchester United, el Chelsea y el Real Madrid, dicen creer que fuerzas ocultas maniobran para impedir su acceso a la gloria.

Ya aburre el tema. Esto de ver conspiraciones por todos lados es una infalible señal de mediocridad

Alex Paranoia Ferguson, el entrenador del United, volvió a la carga el viernes, manteniendo que existía en la Football Association, el organismo que administra el fútbol inglés, "una tendencia obvia" a perseguir a su equipo. John Terry, el capitán del Chelsea, midió un poco sus palabras por temor a que le cayese una suspensión, pero dejó muy claro que en su vestuario todos tienen claro que la UEFA está empeñada en obstaculizar sus campañas en la Liga de Campeones. En cuanto al Real Madrid, ¿por dónde empezar? Que si los árbitros, que si los calendarios, que si las autoridades hacen la vista gorda al dopaje galopante en el equipo de Pep Guardiola...

Puede que todo sea verdad, por supuesto. Como puede ser que el Holocausto fuera un invento de los judíos, encantados ellos con la macabra ficción de que seis millones de los suyos fueran exterminados por los nazis. O como también puede ser (atentos: ¡primicia mundial!) que el Real Madrid de Di Stéfano ganara tantas copas de Europa porque también estaban todos dopados hasta las cejas. (Si uno se pone a pensar, ¿cómo explicar si no que Don Alfredo, a sus 84 años, siga como una rosa?)

La más reciente prueba que tuvo Ferguson de una sistemática conspiración contra su equipo fue la suspensión de dos partidos que le acaba de caer a su mejor jugador, Wayne Rooney, por dirigirse rabioso a una cámara de televisión justo después de marcar un hat trick la semana pasada y gritar a millones de telespectadores en todo el mundo "fuck off!, traducido al español como... bueno, ya saben. Quizá tenga razón Ferguson al considerar que el castigo fue malintencionado. Una reacción más compasiva hubiera sido recomendar que Rooney se sometiera a un curso intensivo de terapia médica, con electroshocks incluidos.

El caso del Chelsea convence un poco más. Decisiones arbitrales muy dudosas han impedido el avance del equipo londinense en la Champions tres veces desde 2005. El ejemplo más escandaloso se dio en 2009, año en que el Barcelona hubiera ganado no seis copas, sino tres, si el árbitro hubiese pitado un clarísimo penalti a favor del Chelsea en la semifinal que disputó en Londres contra el equipo catalán.

Tanta injusticia podría dar la razón a los que creen en la conspiración más pegadora de la historia de la humanidad, la de Dios omnipotente y vengador. John Terry, como es bien sabido, ha roto de manera espectacular el sexto mandamiento. Wayne Rooney también. El dueño del Chelsea, Roman Abramovich, ha roto muchos más, según cuentan. Y Ferguson solo irá al cielo si se admite la entrada a viejos con muy mala leche.

En cuanto al Real Madrid, dejémoslo. Ya aburre el tema. Señalemos solo que esto de ver conspiraciones por todos lados es una infalible señal de mediocridad. La mente conspirativa o es incapaz de resignarse con serenidad ante el inevitable caos de la condición humana, o está convencida de que el mundo no ha rendido el debido homenaje a su genio, o al de los suyos. Cree que se merece mucho más de lo que ha recibido y la única explicación es que fuerzas malvadas se han dedicado de manera sigilosa y deliberada a impedir que su grandeza salga a la luz del día. Lamentable, pero así somos. Demasiados.

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