Pleno en la enfermería
Los líderes europeos se encuentran bajo mínimos y están siendo retirados por las asistencias a la enfermería de la plaza. El primer ministro portugués, José Sócrates, perdió el pasado miércoles, día 23, la votación en el Parlamento de Lisboa sobre su plan de ajuste y hubo de dimitir. La canciller de Alemania, Angela Merkel, perdía el domingo a manos de los Verdes el feudo democristiano de Baden-Würtemberg donde gobernaban ininterrumpidamente desde 1953. Ese mismo día el partido del presidente francés, Nicolás Sarkozy, la Unión por un Movimiento Popular (UPM), veía nublarse el horizonte de su reelección tras la victoria de los socialistas en las cantonales. El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, comparecía ayer ante los magistrados del Tribunal de Milán, acusado de apropiación indebida y fraude fiscal. El primer ministro británico, David Cameron, cae en picado como demuestran las graves manifestaciones de Londres. En Bélgica llevan 300 días sin primer ministro, después de los 147 que duró en el puesto Yves Leterme. La cita española es para el 22 de mayo, cuando se verificará el escrutinio de las elecciones municipales y autonómicas, pero ya nos adelantaban Juan José Toharia y José Pablo Fernández, de Mestroscopia (véase EL PAÍS del 27 de marzo), que "los españoles dicen no al Gobierno y a la oposición". O sea, que los Consejos Europeos deberían convocarse en Les Invalides de París, que haría así honor a su nombre.
Los líderes europeos están siendo retirados por las asistencias a la enfermería de la plaza
El más cínico, Berlusconi, proclama como un timbre de honor que es el hombre más veces imputado en la historia y en el universo, en línea con otras plusmarcas como la de Francisco Camps, presidente de la Generalitat de Valencia, cuando dijo que era el candidato más apoyado de la historia universal. Berlusconi es una vergüenza para Europa y el berlusconismo del bunga bunga y la manipulación mediática en la confusión de intereses particulares y poderes públicos, es un sistema de extraordinaria peligrosidad que deberíamos combatir porque en caso contrario acabaremos contagiados, conforme al principio de que la dieta mediática degradada genera comportamientos cívicos del mismo tenor. Algunos de sus colegas han buscado la salvación intentando sintonizar con el sol que más parecía calentar, como la canciller Merkel transmutada en antinuclear e insolidaria a la hora de poner en marcha "el derecho a proteger" a la población libia, pero nada consiguen evitar. Otros, como Sarkozy, van al reencuentro de la grandeur gaullista para recibir un respaldo esquivo.
Aquí, nuestro presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, se ata al mástil del cumplimiento de lo que entiende ser sus deberes y adopta la imagen del ecce homo, sin remontar tampoco en las encuestas, mientras sigue pendiente de encontrar el momento idóneo para anunciar que como todos sabemos no será candidato a la reelección en las generales de 2012. En La Moncloa, el sábado pasado, cuando estaba reunido con los 40 empresarios más destacados del país, acaba de decirle nada menos que Emilio Botín, presidente de Banco Santander, que aplace la cuestión sucesoria, que el campo no está para ferias de relevos, y que se centre en las medidas necesarias para salir de la situación económica en que nos encontramos de manera que podamos volver al crecimiento con la creación de empleo, sin la cual empezamos a descubrir que no hay salvación. Parece averiguado que son los empresarios quienes crean empleo, pero para que sea de calidad y tenga la retribución proporcionada resulta muy interesante el papel desempeñado por los descalificados sindicatos. En efecto, mi corresponsal en Nueva York da cuenta del trabajo publicado por Hendrik Hertzberg en el último número del New Yorker donde traza un paralelismo entre el declive de la afiliación a la central sindical AFL-CIO y el aumento del abismo en la distribución de la renta en Estados Unidos, donde el 1% de los privilegiados suma la quinta parte de los ingresos, el doble que en 1980.
En todo caso, sabemos que en física cuántica ninguna magnitud permanece igual a sí misma después de haber sido medida. Y también sucede con la información, donde ningún hecho queda inalterado después de haber sido difundido como noticia. Está fuera de discusión que el presidente Zapatero ha decidido renunciar a encabezar las listas electorales de 2012, pero sólo el día en que haya una constancia oficial el hecho empezará a destilar sus efectos conforme a una mecánica imparable. Por eso se mantiene una ambigüedad tan controlada y fingida como funcional. En esta situación, más que de administración de los tiempos debe hablarse de administración de las consecuencias. Vale.
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