Dorian Gray, icono sexual de la Italia de los cincuenta
Trabajó en filmes de Fellini o Antonioni
Su nombre artístico era Dorian Gray, aunque en realidad se llamaba Maria Luisa Mongini: fue una fugaz estrella del cine italiano de los cincuenta y sesenta. El jueves se suicidó en su villa de Torcegno, en la región norteña del Trentino: según los medios italianos se pegó un tiro en la sien. Tenía 75 años. Nació en Bolzano en 1936. Con 14 años debutó en el teatro y aún muy joven entró en el mundo de la revista de la mano de Wanda Osiris (conocida como Señora de las variedades) y Alberto Sordi.
Tras hacer sus pinitos en teatro con Raimondo Vianello y Ugo Tognazzi, el cine se fijó en aquella rubia glamorosa, elegante e ingeniosa que se iba a convertir en símbolo sexual. La película que le dio la fama fue Totò, Peppino e... la malafemmina (1956), en la que encarnó a la actriz teatral Malafemmina (mala mujer, o mujer fatal) junto a los geniales actores napolitanos Totò y Peppino de Filippo.
Tenía 20 años, y en la siguiente década Cinecittà fue su casa. Hizo 32 películas, muchas de serie B y casi todas olvidables pero también un puñado de joyas. Tras repetir con Totò dos veces más, en 1957 Federico Fellini le hizo un hueco en Las noches de Cabiria, que ganaría el Oscar a la mejor película extranjera. Dorian Gray era Jessy, la amante rica y esnob del veterano galán Amedeo Nazzari. Más tarde la contrató Michelangelo Antonioni para participar en El Grito junto a Alida Valli, donde interpretaba a una viuda propietaria de una gasolinera: se dice que fue su mejor papel dramático, aunque acabaría siendo doblada por Monica Vitti. Poco después, en 1958, ganó el Nastro de Argento como mejor actriz de reparto por Mogli pericolose, del maestro de la comedia Luigi Comencini.
En 1960 rodó dos películas con Vittorio Gassman: Il mattatore (El estafador, 1960), a las órdenes de Dino Risi, y Crimen, también con Nino Manfredi y dirigida por Mario Camerini. Su carrera fue desigual pero intensa. Su último filme fue Fango sulla metropoli, un policíaco dirigido por Henry Wilson en 1965. A los 30 años, Mognani se queda embarazada: se retira y se traslada al pueblo de Torcegno, donde cría a su hijo y vive discretamente hasta su suicidio: el segundo del cine italiano en pocos meses, tras el de Mario Monicelli con 96 años el pasado noviembre.
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