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Reportaje:

Del baño curativo al turismo termal

Una exposición recorre en Santiago más de dos siglos de historia de los balnearios

El dictador Primo de Rivera bebió del agua de la fuente de A Gándara, en Mondariz, en una visita a Galicia. En el mismo lugar recibieron los académicos a Ramón Cabanillas cuando en los años 20 el poeta de Cambados entró a formar parte de la institución. Emilia Pardo Bazán, Azorín o Juan Ramón Jiménez fueron los enviados especiales de periódicos madrileños para difundir las propiedades medicinales de los balnearios del norte peninsular, también los de Galicia. La protagonista de Miss Leydia (1916), la primera película gallega de ficción, se paseaba por A Toxa con su tío ricachón para promocionar un tipo de turismo, el termal, que pretendía copiar del modelo centroeuropeo los grandes edificios al servicio de la salud y, cada vez más, del recreo. No en vano el pequeño papel que interpretó Castelao en la cinta era el de un pastor protestante. "Lo más lógico es que fuese un cura", indica Luis Alonso, catedrático de Historia Económica de la Universidade de A Coruña y comisario de O lecer das augas, la exposición abierta en el Pazo de Fonseca hasta el 28 de febrero, que hace un recorrido histórico por la Galicia de los balnearios.

Montero Ríos y Sagasta pasaron largas temporadas en A Toxa y Mondariz
En 1816 se creó un cuerpo de "médicos de baños" del que formó parte Castelao

"Solo en el reino de Galicia se encuentran tantas fuentes minerales que en este punto no se iguala a otro alguno del resto de España", se congratulaba en 1772 Pedro Gómez de Bedoya, uno de los primeros estudiosos de las aguas curativas durante la Ilustración. Intelectuales de todo tipo -médicos, escritores, catedráticos de universidad- publicaron a finales del siglo XVIII las primeras obras sobre la historia, las propiedades y el estado de conservación de los baños. Antes de las ciudades balneario del siglo XIX -Mondariz y A Toxa son los referentes gallegos- la mayoría de las aguas termales fueron propiedad primero de las comunidades próximas al manantial -así lo establecieron las Cortes de Cádiz- hasta caer poco a poco en manos privadas, favorecidas por la legislación liberal y la desamortización de 1855, centrada en las propiedades de los ayuntamientos. "Las inversiones no empezaron hasta que se garantizó su certeza", explica Alonso, coautor de un libro recién salido de la imprenta y titulado también O lecer das augas (Galaxia) sobre la historia de los balnearios.

En la exposición de Fonseca -organizada por la asociación Balnearios de Galicia, que aglutina a 15 empresas del sector- pueden verse desde botellas para el agua mineral, a desinfectantes para las salas de espera, recipientes de jabones y cremas o inhaladores para tratamientos respiratorios, más recientes que los chorros o los baños de barro tradicionales. Entre los factores que marcaron el devenir de las casas de baños -la apuesta por la propiedad privada, las modas extranjeras, el incremento de la capacidad de consumo, la diversificación hacia el ocio, pero también las crisis agrarias o la inestabilidad política- Alonso destaca la medicalización, a veces promovida por el propio Estado y en otras ocasiones relegada a un segundo plano en favor del aspecto lúdico. En 1816 se regularon por primera vez estos espacios y se creó un cuerpo de "médicos de baños" para atenderlos. Castelao y Jimena Fernández de la Vega, una de las primeras mujeres en estudiar en la Universidade de Santiago junto a su gemela Elisa, formaron parte de este cuerpo, que distinguía a los mejores balnearios. Pero ya desde el fin de la Gran Guerra (1914-1919) el acudir al agua para tratar el reuma, enfermedades respiratorias o digestivas o mejorar el apetito fue perdiendo fuelle. "Los fármacos que se usaron durante el conflicto, sobre todo para curar las heridas de guerra, también tuvieron un uso civil. Fue el momento en el que los médicos empezaron a perder importancia en los balnearios frente a los ingenieros de minas", explica.

Las de Caldas de Reis, Cuntis, Caldelas de Tui y Cortegada fueron las primeras casas de baños que tuvieron, a principios del siglo XIX, reconocimiento de "centro de utilidad pública". Lo eran, también, porque más andado el siglo, se convertirían en lugar de reposo y encuentro de las élites. Montero Ríos o Sagasta tenían en A Toxa y Mondariz un centro de operaciones habitual y Primo de Rivera, asiduo visitante del segundo, pudo haber encontrado un yerno si hubiese cuajado la historia de amor de su hija Carmen con la del retoño de Rockefeller, el magnate del petróleo. Venían a pasar el verano desde la ciudad, como ahora, "a desestresarse". Hoy, el sector factura 370 millones de euros y sostiene 3.360 empleos. El 20% de los balnearios españoles están en Galicia.

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