Cantando de corazón
Marina Heredia cerró el XIX Festival Flamenco Caja Madrid, y lo hizo con un gran éxito. La cantaora granadina ha mejorado ostensiblemente su forma de cantar y ampliado el repertorio, hasta el punto de redondear una buena actuación. Su cante es de voz -a veces de excesiva voz, y tendría que medirse en esto-, pero también de corazón, pues en todo lo que hace pone un gran sentimiento.
Cantó por levante, por malagueñas, por soleares, por alegrías, por siguiriyas... Brilló en todo lo que hizo y, en ocasiones, con especial intensidad. Por ejemplo, en el homenaje personal a Enrique Morente, cantaor paisano suyo a cuyas familias unía una verdadera hermandad. Marina le cantó cuatro de sus fandangos con un sentimiento que llevó el silencio más absoluto a la sala. Después evocó, bailándola al tiempo con gracia, una rumba de Bambino. Cerró por tangos de Granada con nervio y con garra... En fin, fue la suya una intervención cuajada de aciertos, acompañada por las guitarras de Bolita y Ribera.
Antes había comparecido Tomatito con su grupo. Comenzó con unos breves compases en solitario -lo mejor de su concierto-, y después inició ya la música de conjunto. La música no fue demasiado importante, la verdad, pues se nos antojó muy repetitiva, insistiendo el propio Tomatito una y otra vez en toques casi copiados unos de otros, lo que condujo con frecuencia a la monotonía. En otras ocasiones, como la larguísima secuencia de tangos que cantaron Morenito de Íllora y Simón Román, la guitarra de Tomatito se mantuvo intencionadamente en un segundo plano que decía muy poco de su protagonismo. Dentro de su actuación, hay que hacer mención de un adolescente bailaor, José Maya, que cerró el concierto con una larguísima interpretación de un baile acelerado, muy efectista en algunos momentos, pero no carente de calidad.
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