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Columna
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Hombres Lobo

Manuel Rivas

El crudo: cuando Mugabe ocupaba toda la atención, Peter Maas, autor de Crude world (subtitulado: El violento ocaso del petróleo), se preguntó en 2008: "¿quién es el peor dictador de África?". Y escribió: Teodoro Obiang. El hallazgo de grandes reservas de crudo en Guinea ha tenido el efecto de una súbita metamorfosis y nuestro licántropo es ahora un "dictador benévolo". Calificativo este, el de "benévolo", que de aplicárselo a Hugo Chávez llevaría al desguace mediático a cualquier político español. Recuerdo los conmovedores esfuerzos de un profesor en la facultad para convencernos de que, en la realidad, el franquismo no era una dictadura sino "un régimen sincrético-corporativo". Pues ya saben Bono y la comitiva cómo tienen que brindar en la cena gótica con Teodoro: "¡larga vida a nuestro amigo sincrético-corporativo!". La nariz: esa fotografía la he visto antes, hace siglos. La de Aisha Bibi, la joven afgana con la nariz amputada. Obra de su marido, tras veredicto talibán. Esa misma estampa, labrada en piedra, aparece en la puerta de Platerías de la catedral de Santiago. Era la pena para las mujeres de dudosa conducta o indóciles, el cortarles la nariz y las orejas. La fotografía de Jodi Bibier, premio World Press 2011, equivale al peor e inconcluso capítulo de la infamia universal. Lo que une a todas las civilizaciones: el terror doméstico. En España, muchos de los maltratadores se suicidan, o lo intentan, después del crimen. Y la benévola pregunta es: ¿por qué no se anticipan? Caperucita: nada hay más realista y terrible que los cuentos clásicos infantiles. En Hollywood redescubren la mina de Perrault y los hermanos Grimm y ya preparan versiones en clave criminal de Blancanieves y Caperucita. A la pelirroja quien la persigue, claro, es un hombre lobo. Estoy deseando una versión cruda de Los músicos de Bremen. Los animales prescindibles tocando A las barricadas ante el FMI, esa cueva de licántropos.

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