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Columna
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Ensayo de orquesta

Un director nazi, una flautista ninfómana, un violinista reprimido, una sección de viento gamberra y futbolera que escucha los partidos mientras están tocando... Todo eso y mucho más aparece en Ensayo de orquesta, un mediometraje de Federico Fellini que también es algo más que un homenaje a Nino Rota, el compositor de muchas de sus bandas sonoras que son en algunos casos las verdaderas protagonistas de la película (véase Amarcord o La Strada).

La película nacional, la comedia autonómica, la tragedia municipal, se adornan también con arreglos de orquesta y alguna disonancia armónica. La última serenata llegada a nuestros tímpanos no cuenta con arreglos de John Barry -que en paz descanse- sino con los acordes disonantes de unos alcaldes en A Costa da Morte para dar colorcillo a la zarzuela titulada Operación Orquesta: "Tachín, tachín y todos al talego; sólo durante unos cuantos compases, que somos unos ases. Será porque la corrupción vive en corporación de todo tamaño y dimensión. Vaya, vaya con el ego y el pianoforte. ¡Qué corte! ¡Cuánto malandrín! Y vaya, vaya con el poder, que no tiene enmienda, como la jodienda. Una operación, una redada, una orquesta y aquí no pasó nada. ¡Hay que ver! Que no pasará, porque nunca pasa. Mejor dar en el clavo, satisfacer al bolsillo, que se calle el esclavo y no hace falta que corras, que a ese ritmo no te pillo. ¿Y quién es el último en enterarse? Hacienda. Con un palco, un atril, polvos de talco y perejil, por aquí que vamos tocando, defraudando, cantando, atracando, blanqueando, modulando, aguantando, arreglando, apañando, soplando y con el mazo dando".

La sensación que nos queda es que los músicos, por mucho que desafinen, se creen inocentes

El ripio y la rima, la repetición y la aliteración, adornan la letanía nuestra de todos los días a la que contestamos, obedientes, ora pro nobis cada vez que salta un caso malayo, orquestal o gürteliano al número uno del hit parade. Cada nueva sinfonía empieza con un fortissimo ensordecedor, continúa durante el segundo movimiento (adagio cantabile) en un mezzo forte -con algún que otro staccato ad libitum- y termina desvaneciéndose en un pianíssimo casi inaudible. Es tal el virtuosismo con el que se ejecuta este prodigioso diminuendo que nunca sabemos si el concierto ha terminado o por qué puerta han salido los solistas y el director. Y siempre nos quedamos con la sensación de que los músicos, por mucho que desafinen, están íntimamente convencidos de su inocencia: por eso lloran cuando les cae algún abucheo. Alguno acaba en el pilón, pero es por poco rato y para disfrutar de una jubilación que da envidia. Las semicorcheas se pusieron en su momento a buen recaudo y sólo vuelven a sonar en el bolsillo del intérprete que ve así recompensado el esfuerzo de los años pasados al servicio del conjunto instrumental. Tiene bemoles el asunto.

Y sostenidos. Y becuadros, como el de Miró en el cuarto de baño de Juan Antonio Roca, que no era el fabricante del lavabo o del bidé, sino la prima donna en la gran ópera marbellí, que también hay cantantes en el escenario. Les acompaña todo un coro de valkirias para adornar sus momentos estelares y, si se da el caso, camuflar los gallos de la soprano o el tenor. Es el Arte Total wagneriano de nuestro sistema democrático. Y la Operación Orquesta es la enésima coda del concierto infinito al que estamos abonados de por vida, sin la más mínima posibilidad de que se nos devuelva el dinero en caso de malversación dodecafónica, blanqueo de pentagramas o cohecho desconcertante a cargo de la sección de cuerda. La batuta del director habitualmente acaba en el ojo de la audiencia que, así cegada, no ve la pantomima del play back perpetrado ante sus orejas. En Ensayo de orquesta la función termina cuando una bola gigantesca derriba el edificio. Es la anticipación felliniana de la inminente debacle y su correspondiente silencio.

En su último disco, Toser y cantar (18 Chulos, 2010), Javier Krahe dedica una canción a la democracia. Es la crónica de un desengaño amoroso y termina con unos versos tristísimos: "Cuando veas mi imagen taciturna / por las cívicas sendas de la vida, / verás que no me acercan a tu urna. / No alarguemos ya más la despedida". julian@discosdefreno.com

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