El teatro vuelve a Russafa 30 años después con una obra sobre políticos

"El teatro jamás será seguro, jamás será rentable y de aquí nadie va a salir millonario", asegura Chema Cardeña, uno de los socios, junto a Juan Carlos Garés, Mª Ángeles Marchirant y David Campillos, de Arden Producciones. Y a pesar de ello, de que no es seguro ni acabarán millonarios, se han liado la manta a la cabeza y hoy, cuando la crisis convierte un evento así en un espejismo utópico, los miembros de una compañía con dos décadas de teatro independiente en la mochila abren un nuevo espacio escénico en Russafa, casi 30 años después del cierre del teatro Alcázar, el último del barrio. Valencia inaugura la Sala Ruzafa esta noche, en el número 55 de la calle de Dénia, un teatro que ultima retoques. De hecho, se trata de una preinauguración puesto que después de un par de meses, volverá a acometer otras fases de la obra.

El proyecto es más que un teatro con 180 butacas, puesto que se impartirán clases de teatro y danza y habrá una sala para teatro de bebés. Por las mañanas, teatro infantil y por las tardes, la vocación, el teatro serio, la escena independiente. Proyectos como un festival de teatro clásico europeo, acoger representaciones del festival VEO y abrir sus puertas a otras compañías completan la aventura.

La sala abre hoy con la obra De Hiroshima y Nagasaki, coproducción de Arden y SP Producciones, creación de Cardeña y Jerónimo Cornelles, que dirige el primero y protagoniza el segundo junto a Rafa Alarcón y Jessica Belda. Una obra "irónica, que no sarcástica", sobre los políticos que incita a los ciudadanos a reflexionar sobre su papel en democrática. "Cuando se abre la boca para reír también se abre el cerebro", resume Cardeña, que cree que la sala es necesaria: "No hay día que no toquen la puerta para saber cuándo abrimos".