Un tenista como bandera
Djokovic, muy superior en juego y carácter a Murray, se siente embajador de la nueva Serbia
Media hora antes de la final, el techo de la pista central está cerrado y el aire acondicionado funciona sin freno. El Abierto de Australia ha activado su política de calor extremo. Estar al aire libre es un castigo: a las siete de la tarde, con el sol ya desapareciendo, aún hierven los 30 grados de temperatura mezclados con un 36% de humedad que quema. Todo eso sufre Andy Murray, roído por la dura semifinal ante David Ferrer, durante su primer juego al servicio, que dura 15 minutos. Todo eso siente el serbio Novak Djokovic, que aparece con una rodilla y un hombro vendados. Todo eso se suma para elegir al campeón desde el carácter. Djokovic, excepcional en la defensa, gana por 6-4, 6-2 y 6-3 su segundo título del Grand Slam y despide a Murray, hundido por los datos estadísticos (47 errores no forzados) y el peso de la historia: se cumplen 75 años desde que el último tenista británico, Fred Perry, se coronara en un grande.
"La gente de mi país lo ha pasado mal. Los deportistas intentamos representarla"
La grada aparece cuajada de simbolismos. Esas gargantas que animan a Novak van frecuentemente vestidas con trajes tradicionales serbios, bien calados los gorros, calzados los pies en zapatos de piel de cerdo, los famosos opankes, y embutidas las piernas en pantalones iguales a los que envolvían en la Primera Guerra Mundial a sus soldados. Esas voces de trueno son iguales a las de las gentes que se fotografiaban en 2008 con él, que reclamaba la unión de su país y Kosovo. Djokovic acostumbra a celebrar cada triunfo levantando tres dedos: lo mismo hizo, según la tradición, el príncipe Milos Obrenovic al arengar a sus tropas en el siglo XIX. Su héroe tiene inmediatamente palabras de recuerdo para ellos.
"La gente de Serbia ha pasado tiempos difíciles y nosotros intentamos ahora representarla cada día de la mejor manera", dice el ganador en Melbourne justamente después de besar el trofeo. "Este título es para ti, Serbia", prosigue el número tres mundial, dueño de un partido total, bueno atacando y excepcional defendiéndose, porque fue capaz de abrirse una y otra vez para recuperar los tiros de Murray, que acabó desquiciado y físicamente no estuvo a la altura. "Los mejores embajadores de nuestro país son sus deportistas", cierra Djokovic, sonriente y a un paso, 85 puntos, del número dos, el suizo Roger Federer.
Djokovic, sin embargo, no es solo un patriota campeón de la Copa Davis y bronce olímpico con su país. Es un símbolo, dicen, de la nueva Serbia, que quiere abrirse paso en el mundo. Al campeón no le acompañaron sus omnipresentes padres. Estaban atendiendo los negocios: Family Sport, la marca que aglutina sus intereses, da cobijo a la exclusiva para la distribución de raquetas Head en su país; a los dos caros restaurantes de comida italiana, argentina y mexicana con extensísima carta de vinos de los que se quieren hacer franquicias; al proyecto, ya iniciado, de construir una academia con centro comercial, de ocio y negocios en Kragujevac; a lo que queda de los negocios iniciales (la pizzería, por ejemplo, de cuando Djokovic era niño), y a un club de tenis con suficiente infraestructura para organizar el torneo de Belgrado. Djokovic, con Ferrer y Ferrero, dueños de la cita de Valencia, es uno de los pocos tenistas con su propia competición.
Murray tampoco es solo un tenista. Es un hombre perseguido por el fantasma de Perry. "Novak jugó muy bien. Era difícil encontrar partes de la pista en las que ganar puntos gratis", se lamentó el escocés, incapaz de anotarse un set en tres finales grandes (0-9) y unido ya a la corta lista de los que perdieron en esas tres primeras citas (Goran Ivanisevic, Ivan Lendl y Andre Agassi); "tuve una semifinal durísima y no me pude mover como habría querido...".
Djokovic, plastilina, estuvo superlativo en sus defensas. Hasta esas pelotas imposibles llegó con las zapatillas echando chispas. La tela desgastada, por supuesto, lucía los colores de Serbia. Campeón, embajador y símbolo.
Nadal, roto
Al llegar a España, Rafael Nadal, el número uno, se fue de fiesta para combatir el cambio horario y se hizo la ecografía y la resonancia magnéticas que necesitaba para conocer el alcance exacto de la lesión que sufrió en los músculos isquiotibiales de la pierna izquierda en los cuartos ante Ferrer. "Es una rotura de fibras de dos centímetros", contó el mallorquín, que probablemente podrá jugar en marzo el duelo Bélgica-España en la Copa Davis.
Pese a todo, Nadal aumentará hasta los 4.425 puntos su ventaja sobre Federer, que defendía el título en Australia y cayó en las semifinales.
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