"Podría seguir y ser cuarto, pero no ganar otro metal"
Gervasio Deferr, triple medallista olímpico, anuncia su retirada a los 30 años y recibe el homenaje del mundo del deporte
Desde que volvió de los Juegos de Pekín 2008 con su tercera medalla olímpica (plata en suelo), Gervasio Deferr ha estado dando vueltas a su futuro. Ayer, con los 30 cumplidos, dejó el pantalón corto y vistió su cuerpo, machacado por las lesiones y más delgado de lo normal, con una americana para oficializar que no volverá a competir y recibir el homenaje del mundo del deporte. "Podría seguir y ser cuarto, pero no campeón", dijo. Para un hombre de su carácter competitivo no es suficiente.
Nadie ha dado tantos éxitos a la gimnasia española. Ni el malogrado Joaquín Blume, ni Jesús Carballo, el primer campeón del mundo hoy reconvertido en dirigente. Por eso en la sede del Consejo Superior de Deportes estaban todos los que son en el mundo de la gimnasia, arropados por el secretario de Estado, Jaime Lissavetzky. Y por supuesto, su madre y su adorado hermano mayor. Solo faltaron su padre, que no pudo acudir por problemas personales, y su primer entrenador, Alfredo Hueto, hoy en México. Para todos ellos, para sus compañeros de equipo, para los directivos y entrenadores, tuvo Gervi palabras bonitas y una sonrisa emocionada. "Ha sido un verdadero placer", afirmó, elegante.
Hubo tiempo para escuchar anécdotas de una carrera que empezó hace 25 años, cuando el niño revoltoso que volvía loco a sus padres, exiliados argentinos afincados en Premià (Barcelona), empezó a hacer gimnasia. Como esa de los consejos que dio al rumano Dragulescu, su gran rival, unos días antes de enfrentarse en la final de salto en Atenas 2004. El rumano falló. O cómo conoció a Víctor Cano, también olímpico y sobre todo amigo: "Hola, me llamo Gervasio Deferr. Tengo nueve años. Soy escorpio. ¿Tú qué signo eres?". Anécdotas que dicen mucho de un deportista de cualidades excepcionales, carácter fuerte y mucho más blandito de lo que parece. El mejor gimnasta español trabajará ahora para la federación y ha puesto su nombre e ilusión en un gimnasio en el barrio barcelonés de La Mina. "He tenido que aprender a ser disciplinado. Ya no tengo ganas de ser rebelde. Quiero colaborar".
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