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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Vítor Alves, uno de los tres capitanes de la revolución de abril

El militar lideró el levantamiento que acabó con la dictadura en Portugal

Vítor Alves integró el triunvirato de oficiales operativos, junto a Otelo Saraiva de Carvalho y Vasco Lourenço, que fue la punta de lanza de la revolución de los capitanes de Portugal del 25 de abril de 1974, que acabó con el régimen dictatorial conocido con el eufemismo de Estado Novo, en el poder desde 1933. Falleció a los 75 años en la madrugada del domingo pasado, 9 de enero, víctima de un cáncer, y sus restos fueron incinerados al día siguiente en el Cementerio de los Olivos de Lisboa.

El capitán Alves y los mayores Saraiva de Carvalho y Vasco Lourenço eran miembros de la comisión coordinadora del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), que catapultó el proceso revolucionario portugués. El domicilio de aquel joven capitán fue escenario de muchas de las reuniones en las que se conspiró contra la dictadura. El legendario Saraiva de Carvalho ha recordado que fue en casa de Vítor Alves donde "el 22 de marzo de 1974, el mayor Ernesto Melo Antunes presentó el documento que sería el programa político del MFA".

"Seamos realistas"

Nacido en Mafra, cerca de Lisboa, en 1935. Cursó la carrera militar a partir de 1954 y una vez terminada la primera instrucción fue destinado en Angola y Mozambique, entonces colonias portuguesas. En África estuvo 11 años, después volvió a Portugal. Sus antiguos compañeros de armas le describen como un elemento clave de la revolución, sobre todo por su pragmatismo. "Seamos realistas", era una de sus frases recurrentes para calmar los ánimos más radicales. "Era un diplomático, un caballero", añadió Saraiva de Carvalho, que ha subrayado el hecho de que fue Vítor Alves el oficial que propuso que la Junta de Salvación Nacional, que tomó las riendas del poder en los primeros compases de la revolución de los claveles, estuviera dirigida por generales y no por capitanes, como pedían los sectores más intransigentes. Alves consideraba que la presencia de generales en la primera línea de la Junta transmitiría una señal de tranquilidad a la comunidad internacional. Y así fue como surgieron los nombres de António de Spínola y Francisco Costa Gomes, entre otros.

En una extensa entrevista concedida en 2004, Alves explicaba así las pugnas internas en el seno de las Fuerzas Armadas portuguesas antes de la revolución, y el estado de ánimo entre los militares por las guerras coloniales en África: "En el Ejército, la mayoría quería la descolonización, aceptaba la tesis de la autodeterminación, pero teníamos un grupo significativo que, sin ser mayoritario, no quería esta fórmula. Por eso, hubo muchas reuniones, muchas conversaciones para elaborar el Programa, que fue la plataforma máxima que se pudo obtener".

Vítor Alves pasó a la situación de retiro en 1991 y desde 2001 tenía el grado de coronel. En su hoja de servicios figuran los 11 años que pasó destinado en las antiguas colonias portuguesas de Angola y Mozambique. Condecorado con varias distinciones, fue ministro sin cartera el primer año de la revolución, responsable de las áreas de Defensa Nacional y Comunicación Social, y posteriormente fue ministro de Educación e Investigación Científica. En 1982, fue nombrado consejero del presidente de la República de la época, general António Ramalho Eanes. Aquel mismo año pasó a la reserva y fue disuelto el Consejo de la Revolución.

El ministro de Defensa, Augusto Santos Silva, en nombre del Gobierno, describió el lunes al capitán Vítor Alves como uno de los "oficiales más valerosos" a quien "la democracia debe mucho". Y recordó que el capitán de abril tuvo un papel predominante en la preparación del Movimiento de las Fuerzas Armadas y en el levantamiento que supuso el fin de la dictadura salazarista.

De izquierda a derecha, Vasco Lourenço, Vítor Alves y Saraiva de Carvalho, en abril de 1999. Detrás, un tanque del Ejército portugués.
De izquierda a derecha, Vasco Lourenço, Vítor Alves y Saraiva de Carvalho, en abril de 1999. Detrás, un tanque del Ejército portugués.JOSÉ GUIJARRO

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