Una revolución a todo gas
Los nuevos hallazgos disparan las reservas y cambian las reglas del mercado
El primer importador de gas natural del mundo, EE UU, se prepara para convertirse en exportador; Argentina, dependiente del gas boliviano, dice haber duplicado sus reservas de una sola tacada; los precios del gas natural tienden a desligarse del petróleo y bajan; las plantas regasificadoras (que procesan el gas importado mediante barcos) se transforman en plantas que comprimen y licúan el gas para exportarlo; de pronto, sobran buques metaneros... en pocas ocasiones se puede observar un cambio del tal magnitud en un negocio y pocas veces se puede escuchar a un directivo de la conservadora industria del petróleo hablar de "revolución". El primero en hacerlo fue el ejecutivo de BP, Tony Hayward. "Revolución silenciosa" fue la expresión que utilizó para describir lo que está pasando en el negocio del gas.
La tecnología permite extraer energía de donde antes era imposible
Todo se debe a los hallazgos de lo que se denomina "gas no convencional" (unconventional gas). No se trata de un nuevo tipo de hidrocarburo. Se denomina no convencional porque se extrae de donde antes no se podía, con tecnología que no existía y con costes que ya permiten obtener beneficios a las empresas. La denominación "no convencional" engloba al denominado shale gas (gas de esquisto), el tight gas (gas extraído de arenas compactas) y el coal bed methane (metano del manto de carbón).
Es una fiebre. En EE UU, compañías petroleras de tamaño medio comenzaron en los años ochenta a trabajar en la extracción de gas de lo que los geólogos llaman roca madre, la fuente de la que fluían el petróleo y el gas de los pozos tradicionales. Su éxito ha sido tal que las grandes empresas del sector, de Exxon a BP, pasando por ENI, Shell o Statoil han invertido 44.000 millones de euros en apenas dos años para entrar en el negocio, según los datos que maneja Gas Natural Fenosa. Lo han hecho con acuerdos y compras a compañías más modestas como Chesapeake, Exco, XTO Energy, Atlas o Duvenay, que apostaron por la explotación del nuevo gas y se hicieron con los derechos de explotación en millones de acres.
Con técnicas novedosas (perforación en horizontal, fracking o inyección de agua a presión con productos químicos), la roca madre, fracturada y estrujada, suelta su tesoro: nuevo gas allí donde se había agotado el hidrocarburo más accesible. Yacimientos agotados, muertos, rejuvenecen. Resultado: según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), de pronto las reservas mundiales de gas natural se elevan a 32.511 billones de pies cúbicos (910.000 billones de metros cúbicos) y países como EE UU, que consume cada año 646 bcm (miles de millones de metros cúbicos) se convierten en autosuficientes, con reservas que pueden durar un siglo.
El cambio es profundo. El gas no convencional -en realidad gases, porque se denominan de forma diversa según el lugar de la extracción- puede encontrarse en amplias zonas de EE UU, Europa, Asia y Australia. En general coinciden con yacimientos de petróleo, formaciones de pizarra, minas de carbón y áreas arcillosas. En la lotería geológica, el premio, en forma de nuevo gas "no convencional" parece haberle correspondido, en Europa, a Polonia, Suecia, Alemania, Hungría, Austria y posiblemente Francia. En España, se trabaja -con perspectivas modestas, todo hay que decirlo- en la zona norte, incluida la región del Ebro y la de los Pirineos. Pero aunque el potencial es grande (la AIE estima las reservas de gas no convencional en Europa suficientes para cuatro décadas), será difícil reproducir el éxito logrado en EE UU. La razón, explica José Carlos Vicente Bravo (División Upstream de Repsol YPF), es que el éxito de la explotación de estas reservas depende de, al menos, "un triángulo del que forman parte los costes, las características geológicas de la zona y la fiscalidad". Hay que tener en cuenta, además, que exprimir la roca madre es una ardua tarea: hay que hacer muchos pozos que, aunque inicialmente -en semanas- producen mucho, luego dan un caudal escaso. Aunque bien puede durar décadas.
En EE UU, donde amplias zonas del país como el estado de Tejas están poco pobladas y además tiene cultura petrolera, la explotación de nuevos recursos de gas no convencional es más fácil que en Europa. Más aún si se tiene en cuenta que EE UU es, probablemente, el único país del mundo en que el dueño de un terreno lo es también del subsuelo y de su contenido. Compañías pioneras como Barnett o Chesapeake hicieron un trabajo de hormiga, adquiriendo derechos de explotación.
El aumento de reservas en EE UU y las perspectivas de hallazgos en otras zonas del mundo han tenido un impacto global. Inversiones en proyectos para exportar gas de países del norte de África y del golfo Pérsico se han paralizado. La relación de fuerzas entre países compradores y vendedores también puede resultar afectada. Un ejemplo reciente: Gas Natural Fenosa, que comercializa el gas argelino de la estatal Sonatrach, con la que mantiene diferencias que han llegado a los tribunales, ha llegado a un principio de acuerdo con la compañía estadounidense Cheniere para participar en la planta de gas de Sabine Pass (Tejas) y comercializar algún día desde EE UU gas a otras partes del mundo. Sonatrach podría perder peso en la relación con Gas Natural.
De la misma manera, países exportadores como Rusia podrían perder parte de su poder sobre los mercados del norte y el centro de Europa. La "revolución silenciosa" da para más. Un desarrollo del negocio, con gas abundante, barato y relativamente menos contaminante que el carbón y el petróleo podría afectar al desarrollo de las renovables. Y para que no falte ningún elemento, también hay polémica por las consecuencias medioambientales de las nuevas explotaciones.
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