Banderas victoriosas
Ahora que el afán diario de casi cinco millones de españoles consiste en ver cómo apañárselas para llegar a fin de mes sin incurrir en delito, es el momento de preguntarse seriamente qué se hizo de nuestro numerario, del de todos y del de cada uno. No es necesario hacer un repaso exhaustivo de la situación, pero esta es la hora, y las que vendrán, en las que ya hay municipios donde la Policía Local patrulla en autobuses urbanos previa mostración del bonobús porque carece de vehículos propios en buen estado, mientras que otros municipios funcionan sin alcalde ni equipo consistorial porque no hay pelas para cubrir los sueldos. Con la de ganancias que genera el negocio de la basura, este es el momento en que en muchas poblaciones el sector de la limpieza callejera ni se molesta en pasar el escobón por las aceras porque saben que nadie les va a abonar el sueldo, siempre menguado, que corresponde a tan engorroso trabajo. Una solución, otoñal, para ese problema es talar todos los árboles urbanos para evitar la millonaria acumulación de las hojas muertas sobre plazas y calles, pero entonces protestarían los ecologistas, además de que nada garantiza que haya tampoco dinero suficiente para llevar a buen término tan descomunal empresa.
¿Qué hacer cuando cunde la impresión de que nadie tiene soluciones para problemas de peso, y menos para los disgustos que los acompañan? El ama de casa que ahorra en la cesta de la compra del supermercado bien puede perder su pequeño ahorro dando una limosna al mendigo que inevitablemente espera sentado en el suelo junto a la puerta de entrada, y eso si tiene suerte y no se trata de una anciana con bastón a la que otros necesitados le birlan la bolsa de la compra a la salida sin pedir excusas ni permiso. No es una exageración, no crean, porque además no se trata de personas que compran este diario ni ningún otro, porque eso supondría un despilfarro inútil, y por eso recurren a la televisión, que en general la tienen como compra de otro tiempo, para entretenerse o para informarse -rara vez- de lo que en realidad está ocurriendo. La vida de muchas personas siempre ha sido miserable, pero se diría que para algunos nunca lo es lo bastante. Total, para lo que sirven es para votar cada cuatro años, y encima creen hacer un servicio a la democracia.
Es posible que estas personas ya no miren los periódicos, salvo la portada en la exposición de los quioscos, si se les viene de paso. Así que muchas verían (también en la tele) la imagen desnuda en la calle de la joven haitiana vencida por el cólera. Impresiona, desde luego. Una muerte de perro, sí. Y ojalá les impresione todavía más, por doméstica, la imagen de Mariano Rajoy y su cólera infatuada cada vez que manifiesta su catastrofismo aznariano en los debates del Congreso.
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