Los riesgos del experimento

Para celebrar sus 10 años de andadura la compañía Suite Española ha invitado a dos coreógrafos de ballet. De una parte, uno de nuestros más activos valores, Ángel Rodríguez, y de otro, Renato Zanella, figura europea muy reconocida tanto por su labor creativa como por haber dirigido varios baños el Ballet de la Ópera de Viena. El resultado, un programa a tres bandas que se completaba con una pieza creada por los propios hermanos Castro.

Se trata de una propuesta muy ambiciosa al intentar abarcar un espectro casi universal de la manifestación coréutica, y su resultado es irregular.

La pieza de Rodríguez explora el intimismo en tiempo de adagio, lo que resulta dañino para el ritmo de la obra, que se extiende, pero no progresa por un tono recogido, ciertamente oscuro y tratando de dar un retrato psicologista de la cantante francesa en quien se inspira, la trágica Piaf.

La segunda obra es la de Zanella y resulta la que mejor parada sale, tanto por su concepción como por su planteamiento, partiendo de solos de baile que se encadenan en una virtualidad llena de misterio y tensión.

Cierra la velada Urdimbre, donde los tres hermanos Castro dan lo que pueden de sí. Se trata de un trabajo colectivo, bailarines eficaces que a veces derivan hacia una estética equivocada, con un gusto chirriante que quiere ser moderno y se queda a medio camino, con patinazos poco justificables en el vestuario.

Participaron como figuras invitadas tres buenos artistas: Emmanuelle Broncín, José Carlos Blanco y Denis Bruno. Logran dar una dinámica y un color diferente a los conjuntos y a la vez muestran un diálogo abierto con los artistas de danza española de tradición.

Lo cierto es que los hermanos Castro están mejor en los productos de riesgo, integrados en los experimentos formales de Zanella y Rodríguez, que en su propio registro.