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La Audiencia juzga a un falso cura por delito fiscal y estafa

Dijo hablar "en nombre de la Virgen". Eso le ha servido desde hace años a Ángel Muñoz Bartrina para ganarse la confianza de algunas almas y de sus bolsillos. Dice ser el padre Ángel, porque fue ordenado en Toulouse hace 30 años. El Arzobispado de Valencia no le reconoce tal condición. Es, en realidad, el presidente de la Junta de la Esclavitud del Sagrado Corazón de Jesús, Obras de Misericordia. La fiscalía y dos de los que fueron sus adeptos le han llevado a los tribunales por defraudar a Hacienda, estafar y apropiarse indebidamente de bienes ajenos. El ministerio público, por el delito fiscal del que le acusa, pide para él ocho años de cárcel y 2,3 millones de euros de multa. Las penas de las acusaciones particulares son superiores. Ayer, ante el tribunal de la sección tercera de Valencia, dijo: "Nunca he presentado ninguna declaración ni personal ni de la asociación, nunca me dijeron que tenía que hacerlo. Podrán llamarme iluso, pero es la verdad, estaba mal informado por mi anterior asesor". La Guardia Civil concluyó su investigación con una apreciación bien distinta: "Todo era una burda mentira, engañaba a la gente de forma sibilina con hechos paranormales falsos y voces guturales fingidas, engañó a señoras mayores miserablemente quedándose con su dinero e internándolas en el convento".

Engañó a mujeres mayores a las que internaba en el convento

Los fieles de la asociación presidida por Ángel Muñoz pagaban una cuota y hacían aportaciones, en dinero y en propiedades. Y él, según el informe de la Guardia Civil, guardó joyas y grandes cantidades de dinero en bolsas de plástico

Pero no solo. Usó el dinero de los adeptos para comprar pisos, terrenos, campos, realizó numerosas operaciones inmobiliarias de las que eludió pagar 386.139 euros a Hacienda durante los ejercicios de 1992 a 2003. Según él, ser "religioso" le eximía del pago de impuestos.

Las adquisiciones del falso padre fueron en Picassent, en Gandia (donde compró cinco apartamentos que revendió) y en Valencia. El dinero para sus gestiones lo conseguía con préstamos personales que suscribían los feligreses con los bancos.

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