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Reportaje:

Las lecturas de Trotski en Cádiz

La Biblioteca Provincial conserva las papeletas con la firma del revolucionario

El político soviético León Trotski (Yanovka, Ucrania, 1879-Coyoacán, México, 1940) jugó un papel fundamental en la revolución que cambió en 1917 el curso de la historia. Formó junto a Lenin y Stalin la trinidad que intentó crear un hombre nuevo y que determinó el destino de millones de personas. Stalin ordenó su muerte y Trotski cayó asesinado en su exilio mexicano a manos de Ramón Mercader, un sicario español dirigido por Moscú. Si como cuenta la sabiduría popular, Trotski vio pasar los momentos más relevantes de su vida antes de morir, seguro que recordó otro exilio en el que no fue desgraciado. De sus seis semanas pasadas en Cádiz en 1916, poco antes de que estallara la revolución en Rusia, aún quedan recuerdos en la ciudad andaluza.

Los textos elegidos por el político trataban sobre política e historia
El guardia que tenía la misión de vigilarle le ayudaba con la compra

Su letra enérgica, de caligrafía precisa, llena 20 papeletas de petición de libros de la Biblioteca Provincial de Cádiz fechadas en noviembre y diciembre de 1916. Ha pasado casi un siglo y las 20 papeletas presentan un buen estado de conservación. El trazo rápido de la pluma y el lápiz utilizados por Trotski brilla sobre su color sepia. Las papeletas, que miden 11 por 16 centímetros, están guardadas en un depósito con control de temperatura y humedad.

Trotski fue un usuario asiduo de la biblioteca. Durante su estancia en Cádiz, tuvo su domicilio en el Hotel Roma, muy cerca del lugar donde iba a consultar libros. El Hotel Roma es ahora un edificio de oficinas y, al igual que la biblioteca, está situado en la avenida de Ramón de Carranza. Trotski consultó siete libros. Fueron en total 11 volúmenes en los que dejó prueba de su interés por los asuntos históricos y políticos. El único libro escrito en español que consultó fue el tomo sobre Castilla la Nueva de España. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia, de José María Quadrado y Vicente de la Fuente, publicado en 1886. Trotski lo leyó con un diccionario de español muy cerca. Las conjugaciones del castellano le traían por la calle de la amargura. Trotski preparaba su entrada en EE UU y repasaba sus conocimientos del inglés. También tomaba apuntes para sus obras. El revolucionario estaba prácticamente solo en la sala. Los únicos hombres que le acompañaban eran, a su juicio, "ratones bibliófilos" que gastaban las horas en descifrar los caracteres de libros del siglo XVIII.

El resto de los libros que consultó son ediciones en francés. Se trata de Curso de historia moderna (1843), de François Guizot; Memorias políticas y correspondencia diplomática (1858), de Joseph de Maistre; Historia de la revolución de España y Portugal (1829), de Andreas Daniel Berthold von Schépeler; Amores y galanterías de los reyes de Francia (1830), de Edme Théodore Bourg, conocido como Saint-Edme; Cuadro de la España moderna (1807), de Jean François Bourgoing; y De la libertad de los mares y el comercio (1818), de Gilibert de Merlhiac.

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Los volúmenes están en general bien conservados. Tienen la solidez de las ediciones decimonónicas destinadas a perdurar. El tiempo tampoco parece haber pasado en muchos aspectos para la biblioteca. El edificio sigue teniendo la misma altura pero cuenta con una planta más. Las mesas y sillas que utilizó Trotski no se conservan. "Cuando yo llegué aquí en 1991 había mesas y sillas llenísimas de polilla. No tenían valor", explica la directora de la biblioteca, María José Vaquero.

Tras ser expulsado de Francia, Trotski recaló en España, un país neutral en la I Guerra Mundial. En la autobiografía de Trotski, hay un capítulo titulado De paso por España que relata sus peripecias en Madrid y Cádiz. Un año antes de tomar el Palacio de Invierno, el revolucionario recorrió el Museo del Prado y disfrutó de sus joyas artísticas. Pero las cosas no eran cómodas para un político detestado por las monarquías y las repúblicas europeas. Trotski tuvo que desplazarse de Madrid a Cádiz obligado por la policía. Le vigilaba un agente que a Trotski le pareció un dechado de amabilidad. El guardián se afanaba en defender los intereses del revolucionario, le ayudaba a hacer la compra e, incluso, le llamaba la atención de los hoyos en la acera.

Trotski sacó varias conclusiones sobre sus lecturas de Cádiz. Anotó cómo en la historia de España había políticos que tachaban de criminal un movimiento popular poco antes de que triunfase. Luego, el movimiento ganaba la partida y estas mismas personas lo encabezaban. Trotski escribió que los españoles llamaban "pancistas" a estos personajes.

Una de las cosas que más le llamó la atención es que los periódicos de Cádiz no publicasen casi nada sobre la guerra. Los europeos se despedazaban entre ellos y para los periódicos era como si no pasara nada. Trotski dio cuenta de esta ausencia a las personas con las que charlaba. No habían reparado en ello. Según pasaban los días, el revolucionario reconoció que se acostumbró a no pensar en la contienda.

Trotski embarcó hacia Nueva York. Dejó Cádiz y tras pasar por Madrid y Barcelona abandonó Europa. En Cádiz quedó la biblioteca donde sació su curiosidad.

Trotski hojea la prensa internacional durante su exilio mexicano.
Trotski hojea la prensa internacional durante su exilio mexicano.AFP

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