El camino circular de la imagen y lo real
Este libro, algo así como el testamento estético del querido y admirado filósofo José Luis Brea, recientemente fallecido, demasiado joven, muestra bien lo que era su modo de hacer: discurso "rizomático" de difícil claridad, racionalidad barroca, lírica y metafórica, todo en el halo de elegante pesimismo que caracterizaba también su ser, el de un moderno en tiempos difusos. "Poblamos de imágenes el mundo para inútilmente protegernos de una certidumbre, la de que en nada hay permanencia... Sedimentadas por la tradición, las imágenes nos hacen creer que el destino y la tierra nos pertenecen". En esa difícil claridad, sin embargo, las cosas se tersan, límpidas, si uno las busca. En un mundo un tanto alucinado y extraño, es verdad, como el de las páginas de este libro. En parte difíciles, en parte demasiado fáciles, todas con algo o mucho de belleza oscura y sugestiva. En las que se cuenta el proceso de plasmación de la imagen, siempre mental, en materia dura, en delicada película o en virtualidad pura. Sus tres eras: imagen-materia, imagen-film, e-imagen. La imagen matérica tradicional es la imagen que se sustancia en objeto, es tiempo raptado, congelado, promesa de memoria y promesa de eternidad, pero siempre un potencial simbólico resultado de la precariedad, efectivamente. "Ahora que han venido a habitar el mundo, su sistema de objetos, ahora que ya no circulan leves como apenas debieran, en tanto que rebotes de mera luz, o puros movimientos de la fantasía", las imágenes sufren, además de la materia, un mundo demasiado humano de "industrias del alma", lucro, mercancía. En el que las tecnologías de la reproductividad, además, vienen a debilitar la "fuerza de convicción" de que al menos gozaban en la materia. Las imágenes-film son visiones de un ojo técnico, ya no operan como representación, son mera huella, captura mecánica, superficie. Aligeradas en la efímera levedad de un "existir inocente", "flotadas", las imágenes pierden la estabilidad de su forma de ser memoria y se abren melancólicamente, decía Brea, a una nueva forma de tiempo simbólico que no sólo ya no promete eternidad "sino incluso lo contrario, muerte segura". Han abandonado la materia pero no retornado aún "al mundo intangible de los fantasmas, de donde, oriundas de la fantasía y lo puro mental, quizás nunca debieran haber salido". Un término medio que los e-espectros rebasan en el camino de vuelta. Las imágenes electrónicas poseen en buena medida las cualidades de las mentales, puro fantasma. Los sintetizadores de imagen trabajan directamente sobre el código, no conocen lo que llega a verse. Sus imágenes son pura digitación, fábrica y gestión de efectos. Y justamente así son todo lo que hay. "Todo lo que parece es todo lo real". Brea pensaba en Matrix, pero pudo pensar también en la gran ciencia de hoy, cuyos datos significativos prácticamente son sólo ya imágenes digitalizadas de una realidad sólo accesible a prótesis técnicas, que, efectivamente, parece, José Luis, que no nos pertenece. ¿Tenías razón?
Las tres eras de la imagen
José Luis Brea
Akal. Madrid, 2010
144 páginas. 14,90 euros
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