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Marionetas que bucean en el inconsciente colectivo

La obra 'Aullidos' dignifica en el Matadero el teatro de títeres para adultos

Teatro Corsario es uno de esos empeños profesionales, puesto en pie y mantenido con una gran tenacidad y ahínco, dentro del panorama teatral español contemporáneo. La compañía se formó en 1982 y ha superado baches de todo tipo desde entonces, como es habitual en aquellos que se dedican al mundo escénico. Y, lo más curioso, ha sobrevivido a pesar de que su trayectoria se ha distinguido por mantener firmemente dos géneros que no siempre han tenido fácil salida: por un lado, un especialísimo tratamiento de los clásicos, desde Lope de Rueda a Calderón de la Barca, pasando por Tirso de Molina, Shakespeare y Lope de Vega; por otro, la arriesgada y valiente puesta en escena de unos novedosos espectáculos de títeres, mayoritariamente para adultos, con los que son conocidos en ámbitos internacionales.

El montaje, que ha recibido varios premios, ya ha viajado a otros países
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La propuesta es tan interesante que el teatro Español, tan exquisito en su programación de los últimos años, se ha atrevido a traerles con sus marionetas, nada menos que a las naves del Matadero, donde van a estar hasta el 16 de octubre representando Aullidos, un espectáculo con texto y dirección de Jesús Peña.

Un espectáculo que ha recibido numerosos premios. Entre ellos hay que destacar los recibidos por el Jurado de La Unión Polaca de Artistas de Escena y el del Festival de Torun, de Polonia, donde desfila lo mejorcito del planeta en un género, como es el de los títeres, que los polacos conocen y dominan a la perfección. El montaje viaja constantemente por numerosos países, algo que seguramente se ve facilitado por el hecho de que el texto es mínimo y no existen los diálogos.

Para armar la historia de Talía, una adolescente huérfana a la que la fantasmagórica presencia de la madre, ajusticiada por la Inquisición, no abandona, Peña ha recurrido a las versiones primigenias de los cuentos de hadas, al igual que hace siglos hicieron Perrault o los hermanos Grimm, a los que ha leído profusamente. "Es un material que no va dirigido, ni mucho menos, a los niños, sino que surge de todo aquello que los adultos se contaban alrededor de la lumbre, sin censura y a lo largo y ancho del planeta, pero siempre marcado por un alto contenido simbólico, que representa parcelas de lo humano que forman parte del inconsciente colectivo", señala el director, quien en vez de orientar estos símbolos hacia un público infantil, como se ha hecho casi siempre, los ha llevado a su profundo y auténtico sentido. De ahí que en Aullidos haya sexo explícito, pues se incide en los aspectos que a los niños no se cuentan.

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Aunque detrás de las investigaciones del autor y director han estado los trabajos de estudiosos del tema, como Bruno Bettelheim o Vladimir Propp, quienes han buceado con sesudos ensayos en los elementos psicoanalíticos y el análisis estructural y morfológico de los cuentos, Peña deja bien claro que su espectáculo no ha derivado hacia algo intelectual: "Yo quería hacer teatro, algo lúdico, contar cómo una adolescente, al abandonar la niñez, puede tropezar con un mundo muy violento, y para ello trato de que se sucedan los elementos cómicos y los terroríficos, las imágenes hermosas y las de fuerte impacto", señala. Peña y los miembros de Teatro Corsario están considerados los reyes de las marionetas de terror, con espectáculos como este o su mítico La maldición de Poe, creado en 1992 a partir de diferentes relatos de Edgard Alan Poe.

Aullidos está basado en relatos mitológicos, como Cupido y Psique, y principalmente en la trama de La bella durmiente, donde las pulsiones eróticas no se disimulan detrás de ingenuos besitos y bailecitos infantilizados. También hay aromas de Pulgarcito, Caperucita, Blancanieves, Las habichuelas mágicas y otros populares relatos, como La sirenita.

Todo interpretado por unas marionetas de excepcional técnica, manipuladas por Teresa Lázaro, Olga Mansilla y Sergio Reques, que "se ven sometidas a las pasiones humanas, y aceptada la transgresión, el sexo de los títeres puede ser muy divertido", apunta Peña, quien cuenta en el montaje con más de 20 muñecos y escenografías, todos ellos elaborados por las mismas personas que los manejan, incluido él mismo. Los muñecos, casi tan grandes como personas, se manipulan directamente con las manos, pero ni las manos ni sus dueños pueden verse.

Una escena de la obra <i>Aullidos</i> en el Matadero.
Una escena de la obra Aullidos en el Matadero.ÁLVARO GARCÍAÁ. G.

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