El naufragio de la causa de Lady Gaga
Sting por el Amazonas, Bono por África, Madonna contra la guerra de Irak o Annie Lennox contra el sida. La historia del pop está plagada de estrellas que han abanderado nobles campañas por convicción y/o con el fin de dotar a su trabajo de algo de profundidad. También los recién llegados buscan un hueco en ese reparto de empeños sociales. Lamentablemente para Lady Gaga, se extiende la opinión de que con su causa ha hilado demasiando fino y arriesgado más bien poco.
Durante septiembre, la cantante se embarcó en una campaña política en EE UU para exigir al Senado que votara a favor de revocar la ley que permite al Pentágono expulsar a los soldados que manifiesten abiertamente su homosexualidad. Desde que esa ley se aprobó, en 1993, ratificada por Clinton, la cúpula militar ha enviado a casa a 14.000 reclutas de ambos sexos.
"Es una excelente artista, pero no la mejor oradora. Su discurso ha sido un poco ridículo" "Como adulto, me gusta cuando algo me despierta zonas que tenía dormidas"
Esa ley tiene hoy muchos oponentes. El propio Obama ha pedido que se elimine. Y en esa petición le han apoyado el secretario de Defensa, Robert Gates, y la cúpula militar del país, que argumenta que con 50.000 soldados en tareas de supervisión en Irak y un frente de guerra abierto en Afganistán se necesitan más tropas que nunca.
Gaga creyó que su apoyo haría de la causa algo todavía más grande. Cada mes pasan por la capital muchos famosos a defender sus ideas. Y lo habitual es que Angelina Jolie, Kevin Costner o Nicole Kidman se enfunden en sobrios trajes oscuros para hacerlo. Gaga presionó al Senado con otro tono. Mítines, conciertos y un vestido de carne animal que llevó a la gala de entrega de los premios MTV y que según ella era una forma de protestar contra la represión militar sobre los homosexuales.
Lo que Gaga no entendió, opinan sus criticos, es que en Washington las cosas no se hacen así. La discreción es necesaria para lograr aprobar algo en el Capitolio. Finalmente, el 21 de septiembre, el Senado votó en contra de eliminar la ley, por la oposición en bloque de la minoría republicana y dos demócratas de Arkansas. Hoy diversas voces se preguntan: ¿ayudó, de hecho, Lady Gaga a que el Senado rechazara una reforma que parecía ineludible? ¿Benefició o perjudicó a los gais?
"Una de las razones por las que los gais y las lesbianas han logrado tantos avances legislativos es que demostraron a los estadounidenses que no son un montón de personajes estrambóticos, vestidos de forma escandalosa para corromper la moral del país", opina la veterana periodista e investigadora del Instituto de Política de la Universidad de Harvard Susan Milligan.
Otros consideran que, precisamente por ese fondo de armario más grande que la vida misma, Gaga atrae una atención desmedida sobre asuntos políticos. El diario The San Francisco Chronicle alababa la efectividad de su estrategia, "en contraste con el activismo social de muchos famosos que se limitan a testificar en el Congreso o a dar un discurso en el National Press Club", y aplaudía la decisión de la cantante de redirigir su página web a la de la asociación Legal Defense Network, que ayuda jurídicamente a los soldados que han sido expulsados por ser gais. Su tráfico se incrementó en un 500%.
Es evidente que Gaga no conoce los márgenes de la discreción. Primero, el vestido de carne cruda. Luego, al mitin que organizó en Maine el día antes de la votación llevó un traje de caballero, una corbata azul con estrellas y unas grandes gafas ochenteras. Era la caricatura de un político profesional. "La igualdad es la costilla principal de América", dijo. "Pero si alguien es gay, no puede disfrutar de toda la carne que puede ofrecer este país". La carne, parece ser, era una metáfora de igualdad.
Según Milligan, el espectáculo fue contraproducente. Es año de elecciones. Los senadores buscan pasar inadvertidos en temas polémicos para no poner en riesgo sus escaños. "Es difícil extraer un sentido de seriedad, de respeto a la dignidad humana, de alguien que lleva un traje que debería guardarse en un congelador en lugar de en un armario", opina. "Alimenta los infundados miedos de los homófobos".
Lady Gaga hablaba para sus fans y no para la ciudadanía estadounidense en general. Sabe muy bien quién es su público y en qué tipo de clubes triunfa. La suya es una estrategia bien pensada. Los gais la han catapultado, como rescataron a Madonna en los noventa y resucitaron a Cher 10 años después. Y ha pensado que su causa debe ser, al fin y al cabo, la de sus fans.
El riesgo que asumió, sin embargo, es bastante conservador. No ha mostrado un apoyo reiterado al matrimonio gay, una batalla que sí divide a EE UU y por la que se han mojado Madonna, Brad Pitt o Mary J. Blidge. La causa de Gaga es menos polémica. Nada de pacifismo: dejad que los gais vayan también a la guerra. En el mitin de Maine se le calentó la boca e, inesperadamente, acabó pidiendo que se expulse no a los soldados gais, sino a aquellos que opinen que los gais no deberían ser admitidos en el Ejército.
En el Pentágono no quieren ese tipo de apoyo, que acaba por ser poco pragmático y que puede haber espantado a más de un republicano moderado y a los dos demócratas que votaron contra la prohibición de la ley. Incluso en una web de referencia gay norteamericana como Queerty se decía: "Gaga es una artista excelente. Hace videoclips muy interesantes. No es, sin embargo, la mejor oradora, como se ha visto hoy". Y añadía: "El discurso ha sido un poco ridículo".
La predecesora de Lady Gaga en el trono de la provocación de rebajas, Madonna, sabe muy bien lo que es que una causa le explote por la culata. En 2003 lanzó un single, un vídeo y un álbum bajo el título American life. Eran una crítica desgarrada a la inminente invasión de Irak. En EE UU se consideró su protesta alta traición. Las cadenas de radio boicotearon la canción, y desde entonces Madonna no ha tenido un solo número uno en las listas de éxitos. Una causa, debe haber aprendido Gaga, no vale un fracaso comercial.
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