Matar el hambre con caramelos
Hoy, lunes, los líderes mundiales se reunirán en Nueva York para revisar el progreso de los planes internacionales de lucha contra la pobreza. En los 10 años transcurridos desde la firma de los Ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), hemos conseguido algunos avances importantes: hacia el 2015 se habrá reducido a la mitad el número de personas que viven en situación de pobreza extrema, o sea, la mitad que en 1990, aunque serán 920 millones de personas todavía. Hemos escolarizado a 33 millones de niños más que hace 10 años. En comparación con 2003, 12 veces más personas reciben hoy en día tratamiento contra el sida.
Otros muchos retos se están quedando en nada, y no solo por la crisis global y alimentaria. Más de la mitad de los donantes de la OCDE, incluida España, están dando el hachazo a las ayudas a los países pobres desde 2009.
La realidad que debe reclamar hoy nuestra atención, más allá de triunfalismos, es también que casi 1.000 millones de personas, una de cada seis, se acuestan cada noche con hambre en un mundo que produce alimentos suficientes para todos. Más que una realidad es un escándalo. Cada día 960 mujeres mueren durante el embarazo o al dar a luz, por no disponer de asistencia médica. En el África subsahariana, uno de cada siete niños muere antes de cumplir cinco años, por causas también evitables, como la deshidratación o la diarrea.
Cuando los líderes mundiales estén reunidos en Nueva York para revisar el avance de los ODM no debemos tolerar que pierdan el tiempo en discursos, promesas y cifras manipuladas. Es el momento y es posible. Y no es tanto cuestión de exprimir los presupuestos de los Estados ricos, como de comprometerse políticamente: luchando contra la evasión fiscal, tasando las transacciones financieras especulativas o no presionando a los países empobrecidos para que privaticen o cobren tasas en sus servicios nacionales de educación y salud, se conseguirían los ODM antes de 2015. Y luego, seamos serios con el 0,7% de una vez: lo que está faltando cada año para alcanzarlo es menos de lo que se gasta anualmente en el mundo en caramelos.
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