"Creía que me moría"
Nibali tenía orden de su equipo de no responder a los ataques del corredor gallego y de subir a su ritmo
Su club de fans histórico, el de toda la vida, se llama i cannibali (los caníbales). En la imagen que lo representa sale un dibujo de Vincenzo Nibali vestido con una falda tribal al lado de una olla gigante en la que cocina a sus rivales. Ayer cocinó la victoria en la Vuelta, su primera vuelta. Poco a poco, a su ritmo, subió los últimos cuatro kilómetros hacia la Bola del Mundo. El rostro desencajado, rojo como un tomate y como el maillot del líder que llevaba. Parecía sufrir el doble que su rival Ezequiel Mosquera, quien acabó muerto porque tuvo que atacar desde muy lejos para recortar los 50s que le separaban de Nibali. "La orden era clara: que no respondiese al primer ataque de Ezequiel porque él tenía que probar a ganar la Vuelta pero Vincenzo no. Le dijimos que subiese a su ritmo", contaba ayer al lado del podio el director del Liquigas, Mario Scirea.
Fue él quien, en el día de la crono en Peñafiel, dejó un rato al equipo y subió hasta la Bola del Mundo a recorrer cada metro de asfalto blanco y desgastado. "Muy parecido al de Plan de Corones", dijo ayer Nibali. "Estudiamos los últimos tres kilómetros de subida metro por metro. Apuntamos los tiempos, las pendientes y los puntos más complicados. Durante la etapa Vincenzo sabía en cada momento dónde estaba porque le estábamos dando esas referencias. Además de los tiempos claro", explicó Scirea. Pues eso, Nibali dice que llegó a la Vuelta sin conocer "nada de nada" del recorrido. Lo que ha ido descubriendo es lo que le ha contado y enseñado en un ordenador su director de equipo. Tampoco le ha ido mal.
"Creía que me moría", soltó El tiburón ayer con su agradable acento siciliano de Messina. "Cuando quedaban seis kilómetros pensé 'o me muero yo o se muere Ezequiel. El público, sin saberlo, es el que me ayudó a aguantar. Cada vez que me pitaban me levantaba y aumentaba el ritmo", comentó Nibali. "Veía que la distancia no aumentaba a más de 14s [fueron 18 en realidad] y entonces me guardé un poco de energías para aguantar hasta el final", explicó. Su padre, Salvatore, le vio desde casa, con su mujer, recordando aquellos tiempos en los que su hijo, crecido a caracoles y calamares fritos, prefería jugar al futbolín en vez de ir al colegio. Con tres años recibió su primera bici. Con nueve ya pedaleaba una de tipo profesional. Con 16 tuvo que emigrar al Norte. Le adoptó una familia de la Toscana, en Mastromarco, pueblo de la provincia de Pistoia.
Ayer, con 25 años y a punto de cumplir 26, celebró su primera gran victoria. Tal y como le había deseado Ivan Basso, su compañero de equipo. "Estaba en Canadá estos días, nos mandamos mensajes. Me decía que estuviera lo más tranquilo posible porque me veía pedalear muy bien", confesó Nibali. Un pedaleo que devolvió a Italia la victoria en una Vuelta 20 años después de Marco Giovannetti.
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