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Dos velocidades

Las turbulencias financieras desde inicios de este año han oscurecido la recuperación en Europa. Asimismo, los débiles datos recientes de actividad en EE UU también están confirmando los pronósticos sobre la desaceleración de la economía estadounidense tras el impulso propiciado por los planes de estímulo fiscal en esa economía. Esto, por supuesto, ha incrementado los riesgos a la baja sobre las perspectivas de crecimiento global.

Con todo, el contagio a las principales regiones emergentes ha sido muy limitado (salvo en Europa del Este). El contagio financiero se ha circunscrito a ciertas clases de activos y su impacto sobre los flujos de capital hacia los mercados emergentes ha sido pequeño y temporal.

Además, el efecto sobre la actividad económica en esos países ha sido escaso, en gran medida por el mayor dinamismo de la demanda interna en las economías emergentes y por los réditos de políticas económicas más prudentes durante los años previos a la crisis, a diferencia de experiencias anteriores.

El crecimiento global sufrirá una desaceleración suave en los próximos años, debido a una reducción de las tasas de crecimiento más o menos generalizada. En China, por ejemplo, el endurecimiento de las medidas de política económica está conduciendo hacia un aterrizaje suave que reducirá el riesgo de sobrecalentamiento y de burbujas de precios de activos. En el resto de Asia emergente y Latinoamérica el crecimiento también se reducirá hacia tasas más próximas a su potencial, aunque manteniendo un crecimiento robusto.

Sin embargo, la desaceleración en EE UU y Europa no puede interpretarse tan positivamente. En EE UU esta ralentización refleja la debilidad de los mercados laboral e inmobiliario (este último tras la expiración de las ayudas públicas) y la pesada carga del endeudamiento de las familias, lo que subraya los límites de la demanda privada para tomar el testigo del Gobierno como impulsor de la actividad económica. En Europa, especialmente en los países periféricos, el endeudamiento y la debilidad del mercado laboral también serán lastres importantes en la salida de la crisis, a los que se añaden los efectos negativos de las tensiones financieras sobre la confianza.

La discusión anterior pone de manifiesto que la economía global saldrá de la crisis a distintas velocidades, ampliando las divergencias de dinamismo entre las economías avanzadas y las emergentes. Esto generará tensiones en las políticas monetarias de las economías emergentes por el temor a que sus tipos de cambio se aprecien demasiado rápido y a unas entradas volátiles de capitales de corto plazo.

Paradójicamente, esta misma incertidumbre sobre la reacción diferenciada de las políticas económicas puede propiciar, hacia adelante, tipos de cambio y flujos de capitales más inestables.

Juan Ruiz Pérez, es economista del Departamento BBVA Research, Unidad de Escenarios Económicos.

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