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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Juan Marichal, un verdadero maestro

Este 8 de agosto nos ha dejado Juan Marichal, no solo el gran intelectual y catedrático de la Universidad de Harvard, conocido y admirado por estas facetas, sino, sobre todo, un verdadero maestro para quienes tuvimos la suerte de ser sus discípulos. De aquellos maestros emparentados con las enseñanzas de las grandes figuras de la Institución Libre de Enseñanza, de las que también él fuera destacado discípulo, y de aquellos otros humildes profesores que retrata Manuel Rivas en su relato La lengua de las mariposas, todos ellos maestros que marcan con sus enseñanzas el destino de vida de sus alumnos. Eso mismo me ha ocurrido a mí con don Juan, a quién conocí en Madrid en el curso de doctorado de 1989-1990 que impartió en la Fundación Ortega y Gasset, el único curso como profesor que dio en España, pues toda su docencia se desarrolló en tierras americanas, a las que llegó tras el exilio.

No es reconocida su contribución al restablecimiento de la democracia
Luchó desde EE UU en defensa de Tierno Galván o Aranguren

Las clases de don Juan estaban dotadas de la sabiduría de un gran maestro, de la melancolía de su carácter y de la cadencia de ese hablar pausado de los canarios. Lo que no sabíamos aquellos pocos alumnos españoles y latinoamericanos que compartíamos aquel curso es que éramos unos auténticos privilegiados al recibir clase nada menos que de Juan Marichal, de quien conocíamos solo alguno de sus libros. Pero ese cambio vital en mi biografía se produjo cuando una mañana, al devolverme el ejercicio corregido de un escrito sobre el temario del curso, que él nos había pedido, me dijo de repente: "¿No querrá usted hacer su tesis doctoral conmigo?". Yo no supe qué responder, pero sí desde luego acudí a la cita que establecimos para esa tarde en su despacho de la Institución Libre de Enseñanza. Esa cita cambió ya por completo mi vida, pues claro que hice una tesis con don Juan, que versó sobre la obra ensayística publicada durante el exilio bonaerense por su amigo Francisco Ayala.

Desde aquella tarde de otoño de 1989 hasta mi última visita en abril de este año a su casa de Cuernavaca, la relación con don Juan ha sido constante, desde que fui su última alumna, su última tesis dirigida por él, hasta convertirme de alguna manera (siempre ante la presencia cariñosa y amable de Solita) en confidente de esa larga vida tan intensa sobre todo en los primeros años de la guerra y el exilio. A lo largo de más de 10 años los visitaba a él y a su esposa varias tardes a la semana, en las que conversábamos sobre todos aquellos temas de actualidad de los que don Juan se encontraba puntualmente informado y sobre aquellos recuerdos de su vida en los que hablaba de intelectuales que él había tratado y conocido, como su suegro, Pedro Salinas; sus maestros: Eduardo Nicol, José Gaos o Américo Castro; compañeros de las universidades en las que impartió docencia, como José Ferrater Mora. Aquellas charlas eran una especie de clases particulares privilegiadas, hasta que un día en que nos acompañaba su hijo Carlos, nos sugirió la feliz idea de por qué no grabábamos nuestras conversaciones, y así lo hicimos desde entonces, pues formaban parte de la memoria viva del exilio.

De todas formas, el exilio no le hizo olvidar España: en su despacho universitario y en su casa de Boston se encontraba en un reducto español y siempre se mantuvo en contacto con su país en su preocupación de que este recuperaría las libertades perdidas, que él ayudó a que se restablecieran desde su exilio norteamericano. Pues no es conocida su contribución al restablecimiento de la democracia en nuestro país; él nunca hablaba de ello, en las largas conversaciones mantenidas nunca me lo refirió, pues era hombre humilde y un demócrata de pensamiento y acción. Pero en su correspondencia hemos podido leer cómo en momentos críticos durante el franquismo él luchó desde Estados Unidos para que les restituyeran en sus cátedras a los profesores Enrique Tierno Galván, Raúl Morodo y José Luis López Aranguren. No lo logró, pese a la presión del Gobierno de Kennedy, tras pedirle el favor a su asesor y compañero de Harvard J. K. Galbraith, pero sí consiguió encontrar acomodo en universidades norteamericanas a estos profesores represaliados por el régimen franquista. Así era don Juan para quienes tuvimos la suerte de conocerlo y gozar de su amistad: un verdadero demócrata, un liberal como aquellos profesores institucionistas, un gran amigo y, sobre todo, el mejor maestro que alguien puede tener a lo largo de su vida.

Julia Cela es profesora de la Facultad de Ciencias de la Información (UCM).

Juan Marichal, en 1996.
Juan Marichal, en 1996.CRISTÓBAL MANUEL

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