"La primera vez que volví a volar tuve un ataque de pánico"
"Me gustaría establecer contacto con otros supervivientes que hayan pasado lo mismo que yo. Me he sentido muy sola. En aquel avión viajábamos dos personas de Suecia, pero la otra murió", confiesa a EL PAÍS desde su casa de Estocolmo (Suecia) Anna-Maija Stefanides. Es uno de los 18 pasajeros del avión de Spanair que sobrevivieron al accidente de Barajas el 20 de agosto de 2008.
Anna, de 58 años, trata de olvidar la tragedia. Ahora combina su trabajo en un hospital de Estocolmo con las cuatro horas de rehabilitación diarias a las que se somete desde hace dos años. Aquel fatídico día viajó a España con la intención de visitar a unas amigas noruegas que residen en Las Palmas. No llegó a su destino: el avión se estrelló en Barajas justo cuando despegaba. Estuvo 15 días hospitalizada, pero puede contarlo. Padece graves secuelas en cuello, piernas y espalda. Su recuperación está requiriendo mucho tiempo y esfuerzo. "Después del accidente, perdí la visión del ojo derecho y me han tenido que operar dos veces. Sigo trabajando, pero el dolor del cuello y de las piernas me impide desarrollar una jornada laboral completa", se lamenta Anna.
En estos dos años ha echado de menos algo: compartir con otros supervivientes sus emociones. Como terapia, Stefanides se propuso, tras salir del hospital, volver a volar lo más pronto posible para romper el trauma y los miedos. "Desde entonces, he viajado ocho veces en avión. He ido a Mallorca, Budapest, Oslo, Copenhague y Creta. E incluso he estado dos veces en las islas Canarias", cuenta Anna. Sin embargo, y pese al esfuerzo por superarlo, el miedo la "atenaza" cada vez que sube a un avión. "La primera vez fue terrible, tuve un ataque de pánico", recuerda.
Pero es una mujer fuerte y ha logrado superar aquellos temores iniciales: "Si dejara de volar no disfrutaría de una de las cosas que más me gustan en el mundo: viajar".
El impacto del siniestro también afectó a su familia. Su hijo Joachim Stefanides, que se dedica a la enfermería, como ella, sufrió un shock cuando le avisaron del accidente: "Una colega me dijo que mi padre había llamado al hospital, y pensé que era raro. Le devolví la llamada, y fue cuando entre lágrimas me dijo que mi madre había tenido un accidente de avión en Madrid". Por suerte, sobrevivió. Al llegar a Estocolmo, su madre se sometió a tratamiento psicológico. "Gracias a ello se ha reenganchado a la vida", comenta Joachim, satisfecho.
Anna se reincorporó a su trabajo nueve meses después del siniestro. Con su marido, médico, y su hijo, enfermero, ha estado en buenas manos durante estos dos años, aunque en su mente persisten recuerdos de dolor, y más en estas fechas. El 20 de agosto de 2009, primer aniversario del accidente, lo "pasé muy mal", señala Anna.
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