Apoteosis de un Aznavour tocado por la tramontana
El cantante, de 86 años, clausura el Festival de Cap Roig
Es único y él lo sabe. Un maestro en el arte de contar historias en tres minutos, en la elocuencia de los silencios, en el valor de la palabra y el gesto por encima de la potencia vocal. Y por fortuna, a sus 86 años, se niega a jubilarse. Son más de seis décadas de actividad ininterrumpida como cantante y actor, pero Charles Aznavour (París, 1924), leyenda viva de la chanson francesa y uno de esos pocos artistas que ostentan con orgullo la condición de clásicos, no piensa renunciar al calor de los aplausos. Parece saber que, tras la desaparición de Charles Trenet, Gilbert Bécaud o Henri Salvador, es la más gloriosa referencia en activo de la chanson. Y vive apartado de las giras, pero aún disfruta subiendo de tanto en tanto a un escenario para hechizar al público con una expresividad, un lirismo y una presencia escénica fuera de lo común, como demostró en su doble actuación en Calella de Palafrugell (Girona).
El artista se mostró como un maestro en el arte de contar historias
Durante el concierto jugó sobre seguro centrándose en su repertorio clásico
Tal alarde de chanteur sirvió de lujosa clausura del Festival de Cap Roig. Y ya se cuenta como uno de los éxitos del verano musical catalán. Un emotivo repaso a sus éxitos de siempre para un público entregado de antemano. El festival congregó el lunes a cerca de dos mil espectadores. Un público maduro y ávido de viejas glorias, por encima de la cincuentena en su mayoria, con una notable presencia de franceses. Los esperaba un artista único, que presume de ser el más caro -el precio de las localidades, de 70 a 250 euros dan fe de ello- y que se mantiene al pie del cañón con un carisma que parece desafiar el paso del tiempo.
Fiel a sí mismo, vestido de negro y con una sobria puesta en escena, el cantante francés de origen armenio recorrió seis décadas de trayectoria en un concierto que duró una hora y 45 minutos, durante el que el octogenario artista no se tomó ni un respiro. Ni tan siquiera dejó solos a sus músicos -una discreta banda integrada por siete instrumentistas y dos coristas, una de ellas su hija Katia Aznavour, bajo la dirección musical desde los teclados de Eric Wilms- para recuperar energías en un viaje cargado de nostalgia por su mejor repertorio. Interpretó una veintena de temas, uno de ellos, Je voyage, a dúo con su hija. Un tour de force agotador que concluyó, sin un solo bis, entre aplausos atronadores y con el público puesto en pie.
El tiempo pasa, lógicamente, su inevitable factura -le costó calentar motores, tuvo deslices de memoria y la voz alternó momentos de fragilidad con otros de sorprendente energía-. No importa. El incombustible chanteur -no piensa en la retirada y en otoño publicará un nuevo disco, en el que ha colaborado con músicos de Italia, Cuba y Estados Unidos- sabe cómo contentar a sus fans. Y lo desmostró en Calella.
Comunicativo, directo, simpático y siempre elegante, Aznavour abrió su actuación con Les émigrants y fue caldeando el ambiente hasta un enérgico final de viaje que disparó la temperatura del concierto con clásicos como La bohème y Venecia sin ti, una de la media docena de temas que interpretó en castellano. Cantó algunas piezas de su obra reciente, pero jugó sobre seguro centrando la velada en los clásicos de su repertorio.
En su regreso a tierras catalanas -su última actuación tuvo lugar en 1988 en el vecino Festival de Peralada- cantó, habló, bailó, coqueteó con el público e hizo gala de un saludable sentido del humor. "Hace algún tiempo que pierdo pelo, pero hoy voy a perder bastante por culpa de la tramontana", dijo mientras intentaba, en vano, atusarse el flequillo.
La calidad de la amplificación, con muchos altibajos, dejó bastante que desear, ofreciendo un sonido saturado, borroso, sin el relieve oportuno. A pesar de las deficiencias, Aznavour impuso su oficio y su asombrosa expresividad en temas que desataron grandes ovaciones, como Mourir d'amour, Il faut savoir, Désormais, La mamma (en un poco afortunado arreglo con innecesarios toques latinos) o She, el único tema cantado en inglés, su lengua original, ampliamente difundido en la banda sonora de la película Notting Hill.
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