En Cadillac por México
La escritora ciudadrealeña María Dueñas se dispone a presentar estos días en México su exitosa El tiempo entre costuras (Temas de Hoy). Por eso, recuerda ahora un viaje que hizo a este país en la Navidad de 1987.
¿Viaje navideño en familia?
No. En esa época estudiaba en la Universidad de Michigan y me ganaba la vida a duras penas dando clases de español. Éramos varios españoles en la misma situación y decidimos hacer un viaje: regresar a España nos salía carísimo.
¿Y les dio el dinero para coger otro avión?
Qué va. Nos subimos cinco en el Cadillac de tercera mano que mi amigo Luis compró por unos pocos cientos de dólares y pusimos rumbo a México.
¡Vaya trayecto! Irían preparados.
Solo llevamos un mapa de carreteras y llamamos al consulado español para saber si necesitábamos visado. Nos dijeron que no y nos plantamos en la frontera tejana con México.
El tipo de la aduana nos explicó que no necesitábamos visado, pero sí un sello en el pasaporte que dijera "exento de visado". Pasamos tres días entre Laredo (Estados Unidos) y Nuevo Laredo (México) hasta obtener el sello. Fue divertidísimo: es un sitio muy animado con el vaivén de la frontera y está lleno de mercados, bares y restaurantes.
Y aún les quedaba carretera.
Llegamos a la preciosa Querétaro, y dormimos en una casa colonial reconvertida en hotel. Luego, al DF y a Cuernavaca, la ciudad de la eterna primavera.
Mejor que el frío de Michigan.
Desde luego, y como también queríamos playa pusimos rumbo al Pacífico. Me empeñé en ir a Acapulco porque aparecía siempre en la serie Vacaciones en el mar. Resultó estar espantosamente atestado y nos marchamos a Ziguantanejo.
¿El sitio con el que sueña Tim Robbins en Cadena perpetua?
¡Efectivamente! Y el personaje estaba en lo cierto. Es un pueblito encantador en una bahía. Por entonces aún estaba creciendo y no había muchos hoteles. Como todo fue improvisado, no encontramos habitación y convencimos a un guardia de seguridad para que nos dejara dormir en una a medio hacer. No tenía ni tabiques.
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