'Revival' castizo con los Hombres G

"Yo creo que tienen que cantar las míticas, va a ser un concierto de míticas, claro", auguraba Laura, una de las tantas modernas que se dejaban ver anoche (con gorra de chulapona, eso sí) por el madrileño parque de Las Vistillas para ver en concierto a los clásicos Hombres G. Y esa era la sensación general de los allí congregados: que debía ser un concierto de "míticas", de las canciones que marcaron las adolescencias de algunos en los ochenta y parte de los noventa. No se equivocaron.

El grupo comenzó con los cinco minutos de retraso de rigor y muchas ganas de marcha. Primeros rasgueos y un "hoy me he levantado dando un salto mortal..." correspondido con flashes y gritos. Voy a pasármelo bien inauguró el recital. "Para nosotros tocar en casa es lo máximo, y más en estas fiestas de Las Vistillas. ¡Vamos a pasarlo de puta madre!", gritaba el líder del grupo, David Summers, con algunos kilos más que en aquellos ya lejanos ochenta. Eso sí, el que fue "terror de las nenas" tocaba el bajo a la vez que cantaba sin perder un ápice de fuelle. Después, El ataque de las chicas cocodrilo, temazo de 1986, y ese grito de "has sido tú, te crees que no te he visto" inundó Las Vistillas. Solo en el estribillo, pero las inundó.

La plaza, a rebosar, era un ir y venir de bocadillos de panceta y chorizo, de mojitos y minis de cerveza. Como los que tomaban Araceli y Nieves, que habían dejado a los abuelos de canguros para venir "a recordar los 15 años, y a disfrutar de las mejores fiestas de Madrid", decían bocata de morcilla en mano. "Y ahora caerá el de panceta, seguro". Loli, a sus 43 años, había optado por darles a Laura y Marijose, de siete y ocho, una lección de su adolescencia en vivo y en directo. Las crías, emocionadas, no prestaban demasiado caso a eso del "sufre, mamón".

También había hombres solos, "y sin vergüenza, qué va", aseguraba un cuarteto masculino. "Aquí se viene a beber y a ligar", reían, "y también a ver a Hombres G, claro". Tomás, venido desde Oporto y con menos cerveza en el cuerpo que sus amigos, aseguraba que la de anoche era "una noche regular para tocar. Es el primer día y es jueves. El sábado habría venido más gente".

Pero fans y menos fans seguían tarareando estribillos, dando saltos y con las manos al aire. Y con bocatas de panceta y mojitos gigantes, igual de imprescindibles (o más) que el marcapasos de Marta o los jerseys amarillos. Cosas de los ochenta, vigentes un cuarto de siglo después.