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Columna
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Méndez Romeu

Las relaciones con el BNG y las coaliciones de gobierno entre socialistas y nacionalistas han sido siempre un tema recurrente en el debate interno del PSdeG -también en el del Bloque-, y como toda cuestión polémica no resuelta emerge periódicamente a la superficie y polariza durante algún tiempo la controversia política en el seno de los partidos implicados. Unas declaraciones de José Luis Méndez Romeu, ex conselleiro de Presidencia y destacado referente socialista, han vuelto a traer al primer plano el mencionado debate.

Con Méndez se puede coincidir o discrepar, pero nadie podrá negarle que es un dirigente de una gran valía política y amplia experiencia de gestión que el Partido Socialista no debería desaprovechar ni infrautilizar. Por eso me sorprendieron enormemente sus declaraciones de la pasada semana, que, a mi juicio, no están a la altura de su trayectoria ni de su categoría intelectual. En realidad, si José Luis Méndez las relee sin prejuicios verá que sus argumentos caen por su propio peso y no resisten el más mínimo análisis. En efecto, afirma el diputado socialista que los pactos con el BNG en los concellos han impedido que el PSdeG haya podido gobernar en los últimos años en áreas como cultura, turismo, comercio, cascos históricos... Es cierto, pero si se aplicasen las recetas de Méndez, el PSdeG, en muchos municipios, no gobernaría en esas áreas ni en ninguna otra, porque estaría en la oposición. Si se acepta que gobierne la lista más votada, tal como propone Méndez, los socialistas no ostentarían hoy las alcaldías de Vigo, Ourense y Santiago y el BNG perdería la de Pontevedra, y todas ellas estarían en manos del PP.

Es preocupante que dirigentes socialistas destilen un discurso como el de la derecha

El ejemplo de Lugo que propone el ex conselleiro no es extrapolable, pues allí el PSdeG, además de ser la lista más votada, está a un solo escaño de la mayoría absoluta. Pero en A Coruña, por ejemplo, tendría muchas dificultades para gobernar en solitario, como ya le ocurre en Ferrol. El otro modelo que propone Méndez, el del Gobierno de España, no es precisamente afortunado. La política de alianzas de geometría variable que asumió voluntariamente el Ejecutivo en esta legislatura, y los bandazos que tal política conlleva, no proyectan un perfil nítido del Partido Socialista, ni contribuyen al desarrollo de un proyecto coherente de Gobierno.

En otro momento, Méndez Romeu se define como socialista que no cree que su partido deba ir continuamente del brazo de nadie. Admitirá el ex conselleiro que ese es un deseo muy loable, pero que la decisión final en este punto la suelen tener los ciudadanos en las urnas. Y admitirá también que las alternativas políticas son indígenas, y no algo que se puede prescribir desde el exterior. Pues bien, en Galicia, en los próximos años, sólo son posibles dos fórmulas de gobierno: una, la que representa el PP y otra la coalición entre socialistas y nacionalistas. Y esto es precisamente el fondo de la cuestión. Porque la verdadera importancia de la posición defendida por Méndez reside en que trata de configurar una propuesta estratégica, que de prosperar, afectaría de forma demoledora a la izquierda gallega. Porque, el discurso de Méndez representa la ruptura con el proyecto socialista de la última década que, no se olvide, llevó al PSdeG desde la posición de tercera fuerza política gallega a liderar primero la oposición y encabezar después la alternativa al Gobierno conservador de Manuel Fraga. En la actual correlación de fuerzas, las propuestas de Méndez Romeu no representan otra cosa que la subordinación de la izquierda al proyecto hegemónico de la derecha en Galicia. Porque el desprestigio de las coaliciones como fórmulas de gobierno dejarían sin alternativa creíble al Ejecutivo presidido por Núñez Feijóo y abrirían de par en par las puertas para que en las próximas elecciones locales el PP recupere numerosos e importantes gobiernos municipales, hoy dirigidos por la izquierda gracias, precisamente, al entendimiento entre socialistas y nacionalistas.

No es extraño, pues, que los dirigentes del PP y sus portavoces mediáticos hagan llegar al Partido Socialista generosos consejos para que se desprendan del lastre que para su futuro representa la relación con el Bloque. Lo verdaderamente preocupante, sin embargo, no son las altruistas recomendaciones de los filántropos conservadores, sino que destacados socialistas como Méndez destilen el mismo, o parecido, discurso de la derecha. Discurso que, por cierto, recuerda demasiado las teorías del embajador de España en el Vaticano, que a punto estuvieron de llevar al precipicio al socialismo gallego. Un poco de memoria.

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