Gijón se deja patillas largas
Los 'mods' toman la ciudad con lambrettas para celebrar el festival Euroyeyé
Martha Reeves se parte de risa. "¡Qué bueno! Hacía mucho tiempo que no veía gente tan guapa", dice. A sus 69 años, y embutida en una camiseta azul del festival puesta sobre su elegante traje de noche dorado, la leyenda viva del soul, la otra Diana Ross de la Motown, reparte sonrisas, besos y autógrafos. "Mira esa chica", dice Martha señalando a una joven con un traje amarillo arrancado de la máquina del tiempo, "me ha dicho que la ropa era de su madre. Mira qué bien le queda...a mí también me quedaba muy bien. ¿Te he contado que conocí a los Rolling Stones?"
Es jueves por la noche, son las dos de la madrugada y estamos en la discoteca Oasis, el epicentro del festival Euroyeyé, que desde hace 16 años se celebra en Gijón. Una colorida y pintona concentración de amantes de lo retro, de la cultura mod y el soul de los sesenta. Mientras Martha se deja fotografiar con una amplia sonrisa, la pista de baile echa humo: ellos danzan con clase y elegancia; ellas, a su lado, mueven sus melenas con actitud. Ellos, con flequillo, camisas y trajes ajustados, son como clones del cantante Paul Weller, al que consideran el colmo de la elegancia. Ellas podrían pasar por azafatas de Iberia de los años sesenta. "Son como mis hijos. Los quiero. Me recuerdan a los primeros Mick Jagger y Keith Richards, tan elegantes, tan educados...y tan tímidos", explica Martha. La estética mod es importante, pero también la actitud "La gran filosofía de los mods siempre fue el individualismo total", explica Félix Domínguez, director del festival.
Martha Reeves: "Los quiero, son tan elegantes, educados y... tan tímidos"
El movimiento mod nació en Inglaterra a principio de los sesenta. Elegantes e inadaptados chicos de clase media, enemigos de los rockers y que adoptaron el soul como banda sonora. Por eso para Félix es todo un privilegio tener en el festival a Martha Reeves -que tocó el jueves- y a Tommy Hunt, cantante de soul de 73 años y ex miembro de The Flamingos, que actúa esta noche. "Si esto lo hiciésemos por dinero, no lo haríamos", confiesa Félix, que el día de antes había acompañado a Martha a cenar por Gijón. La cantante alucinó con la ciudad; descubrió lo ricos que están los percebes y se tomó seis botellas de sidra.
Ayer viernes le tocaba el turno a la tradicional concentración de motos llamada Scootercruzada. A las cuatro de la tarde, la Plaza del Marqués, junto al puerto y con la estatua de Don Pelayo como testigo, se empezaba a llenar con vespas y lambrettas, la otra pata de la cultura mod. "La gran diferencia entre la Lambretta y la Vespa es que la Lambretta ya no se fabrica. Es un signo de distinción", explica Félix Domínguez.
Alrededor de 150 personas ponían rumbo a Salinas a media hora de Gijón, orgullosas, a lomos de sus motos. Entre ellos había un personaje único. Kevin Lawn, inglés de 54 años, que tomaba el sol en las escaleras del Palacio Revillagigedo, antes de la salida.
Kevin, de 54 años, no tiene pinta de mod, sino más bien de turista inglés y motero. Pero tiene algo que decir al respecto. Cuando tenía 22 años salió como extra en la película de cabecera (léase biblia) de los mods. Quadrophenia, basada en la ópera rock de The Who. "Encontré el trabajo, por el que me pagaron muy bien, en un anuncio de un periódico", cuenta. "Lo pasé muy bien, conocí a Sting [uno de los protagonistas] y tuve una escena en la que se me reconoce fácilmente: es el momento en el que soy arrestado por un policía. Yo tenía que darle una patada en la entrepierna, pero cada vez que le daba, me reía y tuvimos que repetir varias veces. Pobre policía", explicaba Kevin, que minutos después, con su chaqueta vaquera llena de parches, cogía ayer su Vespa ("no es la misma con la que salí en la peli") y se perdía por el puerto de Gijón convertido, por cuatro días, en el Brighton del 64.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.