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Entrevista:Charles Baxter | LIBROS | Entrevista

Juego de espejos

Andrea Aguilar

Su primer viaje a Nueva York fue con su madre, que odiaba a partes iguales desplazarse y las grandes ciudades. Aun así, en 1963 le trajo para visitar la Exposición Universal, de la que aún hoy sobrevive algún vestigio en Queens. Su familia, del Medio Oeste, no era muy aventurera, pero también le llevaron a Europa al año siguiente. Sinclair Lewis era amigo de sus padres. El escritor Charles Baxter (Minneapolis, 1947) recuerda todo esto sentado en un café del Upper West Side. El calor aún no es extremo, no "ha licuado la ciudad" como dice Nathaniel Mason, el protagonista de su nueva novela, El ladrón de almas (RBA), así que Baxter ha optado por sentarse en la terraza.

Viste vaqueros y una pulcra camisa blanca, con las mangas remangadas justo por debajo de los codos. En la muñeca izquierda luce un reloj clásico con correa de piel. Su barba blanca está cuidadosamente recortada y las gafas tienen una fina montura metálica. En su nueva obra de ficción, el escritor -confeso admirador de Hitchcock- construye un ambiguo juego de espejos con giros concisos que conducen de la primera a la tercera persona, que abarcan un salto temporal de varias décadas y que cruzan de costa a costa Estados Unidos. "Soy compulsivo y me gusta crear simetrías en mis libros", afirma. "La primera parte es un poco un reflejo de la segunda. Es como si el narrador hubiera atravesado el espejo y saliera por el otro lado". Se adentra así en el corazón de una traición entre dos amigos, entre un narrador y su sujeto, entre un ladrón y su víctima; una particular "psicosis" que toma como referencia la película del mismo título para hablar, entre otras cosas, sobre el punto de vista. Al fin y al cabo, la escena de Norman Bates con el cuerpo de Marion Crane puede verse como una pareja de recién casados cruzando el umbral o como un travestido psicótico con una mujer asesinada a cuestas, como apunta un personaje de su novela.

"En Europa es más difícil cambiar tu identidad, mientras que en EE UU ocurre todo el tiempo"
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Primeras páginas de 'El ladrón de almas'

Durante sus años de posgrado, Baxter conducía a menudo hasta Manhattan. Era peligroso. Él estudiaba en Buffalo y corrían los primeros setenta. En el mismo sitio y a la misma hora arranca El ladrón de almas, en un ambiente contracultural que el autor de El festín del amor describe en esta nueva obra con meticulosa soltura. En las primeras páginas de la novela Baxter define todo aquello como "intelectualismo histérico". ¿Hizo un ejercicio de memoria crítica? "Eran los años de la guerra de Vietnam y muchos nos sentíamos permanentemente involucrados en discusiones intelectuales", recuerda, y sonríe. "La cultura había tomado una dirección tan equivocada que creíamos que todo tenía que ser repensado. No ha pasado lo mismo con las guerras de Afganistán e Irak, probablemente porque el reclutamiento no es obligatorio". En aquella época él vivía en comunas donde los robos eran habituales, pero los que eran despojados, dice, daban por sentado que el hurto partía de la necesidad.

Concluidos sus estudios en Literatura Inglesa, el escritor comenzó a impartir clases. Primero en Detroit, más adelante en Michigan y finalmente en Minnesota -su ciudad natal, donde actualmente ocupa una cátedra en un programa de escritura-. Compaginó la docencia con la escritura y empezó a publicar poemas y ensayos. Un buen día hace ya 30 años, antes de que saliera su primera novela, descubrió que un amigo se hacía pasar por él. "Usaba mi nombre y decía que era un seudónimo. Me suplantaba". Baxter acostumbraba a enviarle sus escritos con regularidad para que los leyera y comentara. La inclusión de algunos de sus versos en una antología de la que nunca había oído hablar le puso en guardia. Investigó y descubrió la estafa. Su amigo atendía recitales en los que leía sus poemas como si fuera Charles Baxter. Aún hoy cuando recuerda el episodio no puede evitar imitar la voz grave y pausada del amigo impostor al ser descubierto: "Oh Charlie, Charlie, mi amigo, sí, tengo algo que contarte"... Dice que nunca le dio una explicación de por qué lo hizo.

En El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith, Baxter apreció una capa distinta de significado en todo lo ocurrido. "El personaje protagonista suplanta la identidad para trepar, pero esto es algo que también está en El gran Gatsby, subraya. "Lo que me ocurrió a mí da miedo, pero yo no soy capaz de escribir un thriller psicológico". Así que con El ladrón de almas Baxter se propuso atacar este tema desde otro ángulo, iluminando algo que considera que está en el corazón de la cultura estadounidense: la reinvención de las personas. "Aquí existe la tradición de que la gente se forje de nuevo, se reinvente y pase a ser otro. Tengo la impresión de que en Europa es más difícil cambiar tu identidad, mientras que aquí ocurre todo el tiempo".

Nathaniel, el protagonista de su novela, deja atrás la bohemia universitaria a favor de una ordenada vida suburbial. "Cuando es joven se siente inseguro y no tiene muy claro quién es", explica el autor. Una amante "de vanguardia", su amigo Coolberg que contrata a un ratero para que le robe sus posesiones -desde la ropa hasta los muebles- y una escultura lesbiana de la que está perdidamente enamorado parecen quedar enterrados en su perturbador pasado. "El libro arranca en Buffalo, un símbolo de la antigua urbe industrial, pero la historia llega luego hasta Los Ángeles, la gran factoría de imágenes y nuevas identidades. Eso es la cultura de las pantallas y Coolberg es, en gran medida, parte de ese mundo", asegura Baxter.

Este misterioso dandi desarrapado tiene querencia por las citas, que raramente adjudica. Nathaniel, sin embargo, solo evoca a Gertrude Stein, en cuya obra escucha un eco de su historia. Sentado en la terraza del café, Baxter recita un extracto de la novelista que aparece en El ladrón de almas y se explica: "Hace tiempo empecé a detectar a un tipo de persona que no tiene nada original, que toma prestado todo de alguna parte ya sean series de televisión, libros o canciones. La persona de verdad nunca aflora y uno sigue esperando que detrás de esas capas haya algo, pero está vacío". Coolberg, representante en su novela de esta tendencia, acaba como estrella de un programa nocturno de radio, un confesionario a micrófono abierto con gran audiencia en el que consigue apropiarse de vidas ajenas. "Los habitaba mediante el análisis sintáctico de sus relatos", escribe Baxter. "Se metía en el interior de sus anécdotas y de sus yoes anónimos". ¿No roba también un autor el alma a sus personajes? "No, pero debe creer que hay un alma que robar".

www.charlesbaxter.com

"Soy compulsivo y me gusta crear simetrías en mis libros", afirma Charles Baxter.
"Soy compulsivo y me gusta crear simetrías en mis libros", afirma Charles Baxter.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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