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Crítica:La lidia
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Futuro y personalidad

La queja está generalizada. Toda la afición lo dice y en el fondo tienen razón. Los novilleros salidos de las escuelas torean muy parecido, hacen la misma faena, los mismos desplantes y tienen los mismos vicios. Puede que los tres debutantes de esta novillada seminocturna sean la excepción a la regla, o puede que fuera casualidad.

A primera vista parecía el típico chiste: "Va un mexicano, un francés y un español y se visten de torero...". Torearon cada uno a su manera y dejaron claro que con chavales como estos la fiesta tiene algún futuro. No se puede decir lo mismo de la ganadería de El Montecillo con animales difíciles de meter en la muleta, siempre buscando la huida y con la cabeza por las nubes.

SÁNCHEZ, OLIVER, ESPALIÚ

Las Ventas. Más de media plaza cubierta. Novillos de El Montecillo, bien presentados, mansos y distraídos.

Juan Pablo Sánchez: Estocada, oreja; y pinchazo hondo, vuelta al ruedo.

Patrick Oliver: Estocada caída, silencio; y pinchazo y estocada caída, silencio.

Antonio Espaliú: media estocada, silencio; cogido al entrar a matar al sexto. Herida en cuero cabelludo, contusión y un puntazo en axila izquierda. Pronóstico leve.

Juan Pablo Sánchez, jovencísimo novillero de Aguascalientes, destacó por su colocación y seguridad. Sin importarle las miradas de los toros insistió para torear al natural. Seguro con el estoque, cortó una oreja. En el cuarto por el mal uso del estoque pero regaló un comienzo de faena, andando al toro por la cara, alegre y garboso. Siguió como si nada a pesar del viento. Sin concesiones a la galería, dominó al novillo con pases de pecho hasta la hombrera contraria. Hacía tiempo que México no enviaba un novillero tan preparado.

El novillero francés Patrick Oliver gustó por su valor más que por su técnica, aún por depurar. Empezó temerario las dos faenas aunque siempre en los terrenos que le marcaron los novillos. Seguro con el estoque tendría que corregir cierta facilidad para ir directo a los bajos.

Antonio Espaliú, apoderado por Miguel Flores, descubridor de Morante de la Puebla y mecenas de innumerables promesas con aires de artista, quiso siempre torear con la muleta arrastrando por el suelo. A pesar de la mansedumbre del novillo, abrochó su labor con un pase de trinchera que firmaría cualquier figura. En el sexto, de imponente trapío resultó herido al entrar a matar, por suerte de pronóstico leve, aunque no lo parecía por lo mucho que se tardó en saltar la barrera para asistirle.

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