El mapa de Europa

La Corte Internacional de Justicia acaba de proclamar que la independencia de Kosovo no viola la legislación internacional. Este respaldo legal parece zanjar la cuestión aunque no vaya a servir para convencer a los Estados que se opusieron al proceso. Pero este hecho suscita otras reflexiones.

La primera es que esta independencia no se explica sin el contexto de las guerras balcánicas y de las masacres que se produjeron en la zona durante los años noventa; estas circunstancias convirtieron a Serbia en el enemigo a batir en la región. La creación de Kosovo como Estado independiente puede interpretarse, por tanto, como una extensión del castigo a Serbia por su papel en ese conflicto y su oposición a los intereses occidentales.

La segunda es que Europa es el continente donde mayor estabilidad política hay pero también donde se han producido más cambios fronterizos en las últimas décadas, es el único continente en el que han ido surgiendo nuevos Estados basados en los parámetros de la interpretación germánica del concepto de Estado-nación.

Europa, en vez de unirse, continúa fragmentándose en países minúsculos sin apenas capacidad de influencia ya no planetaria sino siquiera regional. Países que acaban convertidos en simples peones de otros en el tablero de ajedrez mundial. Ello disminuye el poder de Europa porque, lógicamente, cada Estado atiende primero sus intereses. La unidad europea sigue estando muy lejana. ¿A quién beneficia realmente la fragmentación europea.