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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Baldomero Concejo, un impulsor del arte contemporáneo

Nadie que le conociera podría dudar de que Baldomero Concejo, Baldo, era un hombre dispuesto. Cualquiera que le pidiera consejo o ayuda debía prepararse para estar a la altura del despliegue de actividad que Baldo ponía en marcha. Sobre todo si de temas relacionados con el arte se trataba. Una imparable fuerza de la naturaleza que arrasaba con todos los inconvenientes que pudieran surgir.

Tanto en el desarrollo de su profesión -se dedicaba a diseñar, preparar y vender grandes operaciones de informática-, como en la gran cantidad de intervenciones que llevó a cabo en el mundo de la cultura, siempre puso todo su gran entusiasmo. Estuvo detrás, al lado y a veces delante del grupo que históricamente se conoce como la Nueva Figuración Madrileña, colaborando en la organización de exposiciones y coeditando la estupenda colección de cuadernos de poesía que junto con Quico Rivas sacó a la luz. Fiel compañero del pintor Carlos Alcolea hasta su muerte en 1992, se impuso y llevó a cabo la tarea de catalogar, cuidar y difundir la obra de este malogrado artista.

Hizo suya la tarea de catalogar, difundir y cuidar la obra del pintor Carlos Alcolea

Pero su dedicación no se limitó exclusivamente a aquel momento de nuestra historia cultural contemporánea, sino que desahogó su capacidad de gestión y entusiasmo en muchos otros campos. Por ejemplo, cuando se temió la desaparición del Museo de Arte Contemporáneo, formó parte de la junta que promovió la creación del movimiento reivindicativo; fue también miembro de la junta que se creó para la renovación del Círculo de Bellas Artes y, asimismo, fue tesorero de la Federación de Asociaciones de Amigos de los Museos.

Su casa, su colección y la excepcional documentación que había ido reuniendo han estado siempre a disposición de cualquier historiador o investigador que tuviera interés en conocer los vericuetos del arte de los años setenta u ochenta. Además, permitía rebuscar en su exquisita y bien elegida biblioteca, en la que, junto con gran cantidad de títulos relacionados con el arte contemporáneo difíciles de encontrar, podía uno gozar descubriendo rarezas y curiosidades de gastronomía y de micología, especialmente gallegas.

Pero si hoy lamentamos con enorme sorpresa y dolor su muerte es por la calidad de la amistad que Baldo desplegó con un amplio grupo de gentes de la cultura del que era aglutinador. Su actual compañero, el escultor sardo Marcello Alivia, contaba con incontenibles lágrimas su última petición y decisivos momentos. Baldo, trastocado por una enfermedad de difícil diagnóstico, sentía en medio de los 40 grados de Madrid un pavoroso frío que le llevó a buscar un sitio en el que pudiera tomar un poco de sol, "eso me quitaría esta horrorosa palidez y podría hacer ejercicios en el mar que mejoren mi movilidad, así mis amigos, sobre todo los gallegos, no sufrirán al verme tan desastroso". Se acordaron de la belleza impresionante de aquellas montañas que pintó Alfonso Albacete y se fueron a Mojácar. El 18 de julio bajaron a la playa y Baldo, en silla de ruedas, se levantó decidido y con desequilibrado andar penetró en la mar. Una ola rompió su floja estabilidad y cayó al agua. Marcello intentó auxiliarle, pero tuvo que pedir ayuda. Ya en el hotel, Baldo se recuperó del susto, llamó a alguno de sus amigos para contarles la aventura y se durmió hasta que se levantó y dio muestras de no saber muy bien dónde estaba. Se sentó en la cama y cayó desplomado en los brazos de Marcello Alivia.

Baldomero, que había nacido en Vigo, trabajado en Madrid, viajado por todo el mundo, apasionado de su océano Atlántico, ha muerto, para desconcierto de sus posibles biógrafos, en un hotel abarrotado de veraneantes de la playa de Mojácar. Con la misma decisión que hizo todo en la vida, murió al instante. Y, estoy seguro, lo hizo con la clara idea de que liberaba de preocupaciones a sus amigos y permitía que, en medio del dolor que le embarga, su fiel Marcello pueda descansar de estos dos últimos años de constante atención y cuidado.

Juan Ignacio Macua es escritor y museógrafo.

Baldomero Concejo.
Baldomero Concejo.

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