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Reportaje:música

Django en el aire de Vitoria

El Festival conmemora el centenario de una de las grandes guitarras del jazz

Hay quien, siendo manco, escribió la obra magna de la literatura en lengua castellana de todos los tiempos y quien, sin oír, compuso sinfonías, cuartetos de cuerda y una Missa Solemnis. Django Reinhardt ideó una manera novedosa de tocar la guitarra a falta de dos dedos de su mano izquierda. Y se convirtió en el primer músico europeo de jazz de la historia digno de tal consideración pero, también, en el primer astro global que ha tenido nunca la comunidad artística gitana. Ahí queda eso.

A los 100 años de su nacimiento en un carromato, al paso por la localidad belga de Liberchies, la profesión rinde tributo a quien acertó a conjugar los términos jazz y gitano; el padre del llamado jazz manouche (gitano), que hoy es interpretado por sus hermanos de raza en medio mundo. También por quienes no lo son.

Cumplió el honor de evocar la música del guitarrista en el Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz al muy renombrado Biréli Lagrène, gitano de 44 años a quien servidor pudo escuchar siendo este un niño, trepando por el mástil de una Selmer-Maccaferri que abultaba el doble que él. Una manita asomando por lo alto de la guitarra y, detrás, Biréli.

Pasado el tiempo, el niño prodigio es un hombretón hecho y derecho, y un consumado seguidor de Django, algo muy conveniente en años como éste. Será por eso que comenzó su recital interpretando Just the way you are, de Billy Joel ("versioneada" por Barry White, Olivia Newton-John y José José, entre otros): si alguien esperaba un tributo al jazzista gitano au pied de la lettre, ya pudo olvidarse. Una versión country, o así, de After you've gone, y allí hizo su aparición Didier Lockwood en el papel de Stephane Grappelli, violinista que fue el compañero de fatigas del homenajeado durante sus años de mayor gloria. Sustituyan las camisas floreadas de este (Grappelli) por el luto riguroso de aquel (Lockwood), quítenle algunos años, y su vivo retrato: si existe un músico capaz de evocar la imagen y maneras del anciano Grappelli sobre el escenario, ese es él. Oírlo para creerlo.

Lagrène y Lockwood trajeron de vuelta los aires del jazz manouche más tópico y concurrido a través de los grandes éxitos del género -Nuages, Minor Swing, Pent Up House...- en interpretaciones virtuosas y un tanto revolucionadas; que si el uno era capaz de tocar trescientas notas por segundo sin errar una, el otro tocaba el doble y alguna más, por si acaso. El resultado era como un Django al borde del ataque de nervios, pero así son los tiempos que nos han tocado vivir.

Con esto que el homenaje posmoderno a Django nos brindó una música tan vistosa como empalagosa, si se me permite; divertida incluso, aún tratándose de jazz.

Biréli-Lockwood gustaron, y cómo, a un respetable que les despidió con petición de oreja y rabo y terminó huyendo en masa con la actuación subsiguiente del cubano Gonzalo Rubalcaba y su combo, que de sandunguera tuvo poco, y de abstracta, y de sutil, mucho. Lo que puede aplicarse a la música de los indo-americanos Rudresh Mahanthappa (saxo alto) y Vijay Iyer (piano) en la sesión de tarde, celebrada en el Teatro Principal. En un solo día viajamos del subcontinente indio al Viejo Continente y de este, a la isla de Cuba. Y todo ello sin salir de la ciudad de Vitoria. Eso que nos ahorramos en hoteles.

Didier Lockwood, durante su actuación en el homenaje a Django Reinhardt en Vitoria.
Didier Lockwood, durante su actuación en el homenaje a Django Reinhardt en Vitoria.EFE

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