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Columna
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La 'petitesse'

David Trueba

Los franceses celebran hoy su fiesta nacional en un clima enrarecido. Ellos, siempre noticia por las extensiones de su grandeur en campos artísticos o políticos, han entrado en una deriva sorprendente. Cada día estalla una noticia que les acerca más a la pequeñez de cotilleos y turbiedades, que a antiguos esplendores. Sarkozy exprimió al máximo sus buenas conexiones con los medios, dejándose cegar por la tentación de la hipercomunicación, sin entender que esta, al final, obliga a la superficialidad de los mensajes. En la esfera publicitada el esplendor convive con la letrina. Los excesos para apropiarse de los focos a veces rozan lo grotesco, como la vuelta a casa de la selección francesa y ese teatro de guiñol donde los ministros y altos cargos sentaron en el banquillo de los acusados a futbolistas, entrenadores y federativos, tan solo para desligarse en público del fracaso con la misma frescura con la que se habrían ligado al triunfo. Escándalos como el de madame L'Oréal (porque ella lo vale), Jerome Kerviel o el de sucesivos ministros, han derivado en un cambio de paradigma de su imagen exterior.

Francia no fabrica hoy mitos con la misma rotundidad con que lo hizo en el siglo pasado. Reciclan y mantienen en circulación monumentos nacionales a los que dedican nostálgicos retratos. Edith Piaff, Coco Chanel, Coluche han tenido su película, como ahora Serge Gainsbourg, interpretado con mágica proximidad por Eric Elmosnino. Película de viñetas biográficas llenas de roces epidérmicos con la Bardot, la Greco o la Birkin, donde un superviviente exprime sus limitaciones hasta convertirlas en jugo único. El director Joan Sfarr en su maravillosa novela gráfica La java bleue, alrededor del pintor Jules Pascin, ya apuntaba una lectura particular sobre la creación, como un acto físico más que intelectual. Reescribiendo la frase de Picasso, aplica a sus personajes una máxima: que la inspiración te encuentre follando. Esa misma mezcla sin graduar de talento asociado a la impostura y la escatología parece haberse adueñado de la parte seria de la Francia actual.

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