Un descomunal chiringuito veraniego
Black Eyed Peas enloquecieron a las 30.000 personas que acudieron a Cornellà
Ganó la selección, pero hay motivos de sobra para suponer que, de haber perdido nada, se hubiese notado ayer en la descomunal fiesta que entre el disc-jockey David Guetta y los Black Eyed Peas organizaron en el estadio del Espanyol. La protagonista fue esa música de chiringuito veraniego que acompaña a la paella y al bronceador, al bañador y a las miradas a los mismos, música que sirve tanto para bailar como para anunciar cerveza estival cuando las preocupaciones han entrado en un paréntesis porque todo el mundo se siente obligado a hacer caso al cuerpo. Sin preguntas.
Dígase primero que buena parte del disfrute del personal lo sirvió un David Guetta tan bailable como facilón a la hora de servir sus ritmos de house ibicenco. Tras su sesión, los protagonistas de la noche recogieron el testigo y elevaron el listón con su infalible mezcla de pop, dance y un poco, cada vez menos, de hip-hop, estilo del que mantienen algunos patrones de ritmo.
Ante sus exitazos, el público apenas reparó en el magro montaje escénico del grupo
Ya en el arranque del concierto, saludado con felicitaciones por la clasificación futbolera, temas como Let's get it started, Rock that body y Meet the halfway sembraron la locura entre una concurrencia de unas 30.000 personas dispuesta a abandonarse. Ellas se aplicaron en el adecuado movimiento de caderas y ellos, como siempre, intentaron imitarlas mientras sus ojos mostraban, cuando procedía, un orgullo de novio casi tan notorio como la general incapacidad para conseguir la flexibilidad precisa a fin de embocar de manera adecuada el baile.
Y desde el comienzo quedó patente que nada más que esas canciones que conforman la espina dorsal del éxito de Black Eyed Peas iban a ser las que tenían que romper la noche, veraniega en el sentido más literal del término. Por ello, alterando el orden que ha venido siendo habitual en la gira del grupo, iniciada a finales del pasado año, antes de la hora de concierto ya habían sonado Don't lie y Where is the love?, exitazos de tamaño tal que el público apenas reparó en el magro montaje audiovisual y escénico del grupo, que lo fió todo al carisma de sus cuatro vocalistas y a sus vestuarios iniciales de superhéroes envueltos en papel Albal y lentejuelas varias. Fergie, a pesar de todo, se las apañó para mostrar centímetros de piel en los sucesivos cambios de vestimenta. Nobleza obliga. El resto, apenas unas proyecciones, un cuerpo de baile no especialmente llamativo por sus coreografías y un grupo de músicos oculto en la parte posterior del escenario para servir un sonido que fue mejorando con el tiempo. En el campo, que se estrenaba como escenario musical, no hubo asomo de las cámaras que en otros conciertos están filmando en 3D la gira del grupo bajo la dirección de James Cameron.
En un espectáculo un poco discontinuo, hubo tiempo para que cada uno de los miembros del grupo mostrase sus habilidades. Will. I. Am se lo montó de disc-jokecy y triunfó pinchando Michael Jackson y Nirvana; Fergie presumió de tono vocal, ciertamente ensordecedor, y Taboo, el latino, aprovechó que habla castellano para decir que España es lo más y su selección de futbol ni te imaginas. Ni Millán Astray hubiese estado más entregado. Menos lucido estuvo Apl.de.ap, pero no importó, bastante tiene con haberse inventado un nombre tan aparente para sustituir a su Allan Pineda Lindo original. El verano ya ha llegado, y la música de chiringuito sonó con fuerza en territorio perico. Se trataba de eso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.