La ética en la acción política
Félix Pons, presidente del Congreso en la última legislatura de Felipe González
"Mi profesión, mi vocación, es la de abogado, la política es un paréntesis", advertía Félix Pons Irazazábal (Palma, 14 de septiembre de 1942), que ayer murió a los 67 años, para subrayar su pasión por el derecho y cierta distancia hacia los políticos profesionalizados. Sí, un paréntesis pero muy intenso, de 10 años en la presidencia del Congreso y casi dos anteriormente como ministro de Administración Territorial con Felipe González, en los que vivió la política con dedicación y con extremado sentido ético. Y, antes, comprometido con las libertades en la dictadura.
Su afán por el respeto a las reglas de juego democrático le hacía sufrir enormemente con las maniobras y la práctica política de bajos vuelos. Prudente, discreto, desarrolló la presidencia del Congreso de forma exquisita, haciéndose respetar en tiempos de extremada dureza entre partidos. Al perder el PSOE las elecciones en 1996, Félix Pons, socialdemócrata y cristiano, regresó a su bufete de Palma de Mallorca y a las clases de Derecho Administrativo en la Universidad de las Islas Baleares (UIB), de la que era doctor honoris causa. Ayer murió en una clínica de Palma, casi un año después de que un cáncer mostrara sus síntomas cuando realizaba un crucero con su familia por el mar del Norte.
Jurista y humanista, siempre le preocupó la calidad de la democracia
Gran apologista de la Transición y en especial de la Constitución -"es como el aire"-, tuvo la política como un servicio civil. Emparentado con la familia del prócer Antonio Maura, en la vida siguió el ejemplo de su padre, Félix Pons Marqués, democristiano antifranquista, que fue desterrado por participar en el llamado contubernio de Múnich (denominación peyorativa que el franquismo dio a la reunión de numerosos opositores al régimen, de tendencias ideológicas diversas, en la capital bávara en 1962).
Los retratos de su padre -ex presidente del club de fútbol Mallorca y del Banco de Crédito Balear- y de su amigo asesinado por ETA, el ex presidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente, estaban ubicados como referencias en su gabinete de jurista, al que cada mañana acudía casi de madrugada con los periódicos leídos. Su amplísima cultura le situaba en la órbita infrecuente del político intelectual, gran jurista y humanista, por vocación, formación y actitud. La poesía y la ópera estaban entre sus aficiones, junto a su alineamiento futbolístico con el Barcelona y el Palma.
Tras salir de la presidencia del Congreso en 1996, se apartó de la vida de partido, en la que entró en 1974, afiliándose al PSOE aún en la clandestinidad, para reconstruir el partido con otros muchos jóvenes que apenas se conocían. Llegó a ser secretario general del PSOE de Baleares y después presidente del partido. En 1983 encabezó la primera candidatura autonómica. Empató a escaños con Gabriel Cañellas de Alianza Popular (el actual PP), pero entonces apareció la bisagra Unió Mallorquina (UM) y decantó el poder hacia la derecha tras un pacto auspiciado por los banqueros March. Su gran oratoria hacía aún más visible la denuncia de la entonces cerrada sociedad insular, así como de los primeros escándalos de corrupción. Lo que vino en llamarse Baleares, SA.
Su apartamiento de la política no significó que se sintiera ajeno a lo que ocurría. Buena prueba de ello daba cada 6 de diciembre cuando acudía invariablemente a la conmemoración en el Congreso del Día de la Constitución. Pons aprovechaba para reunirse con colaboradores y amigos de su etapa de presidencia. Sus reflexiones seguían cautivando por su profundidad y finura. Mantenía su preocupación por la calidad de la democracia. No hace mucho anotó este comentario: "Lo que vemos desbarata cualquier sensación de bienestar que pudimos llegar a sentir, confortablemente instalados en la calidez de nuestras estufas y de nuestros libros".
Su esposa, Carmen Aguirre, y sus tres hijos, y ahora sus nietos, fueron el motor esencial de su vida. También mantuvo siempre una estrechísima relación con su hermano Josep, Pepe, embajador de España en Austria. "El mundo visto tras el cristal de las ventanas no logra impregnarse de la serenidad del aguanieve que cae, ordenada y pacífica", contestó por correo electrónico en febrero pasado mientras Palma vivía un día de frío y nieve y él se recuperaba de una sesión "de reclusión forzosa" de quimioterapia.
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