La gobernanza del euro exige más que disciplina
La información más relevante de la semana fue, sin duda, los datos de la ejecución presupuestaria del Estado y de la Seguridad Social hasta el mes de mayo. En la actual coyuntura, en la que el nuevo capítulo de la crisis financiera ha puesto su foco en la sostenibilidad de las finanzas públicas de los países del sur de Europa, estos datos deberían seguirse con sumo interés, pero me temo que no es así. Los analistas y operadores de los mercados financieros están más interesados en los rumores y en hacer y deshacer operaciones cortas con el fin de conseguir beneficios que permitan a los grandes bancos e instituciones financieras seguir tirando, incluso retribuir jugosamente a sus accionistas y directivos como si aquí no hubiera pasado nada, sin atacar de verdad los problemas de solvencia de los mismos. Claro que esto está siendo así porque a los tres años de estallar la crisis financiera, los dirigentes políticos ni saben ni contestan, especialmente en Europa. Mientras sigamos así, la enorme liquidez que proporcionan los bancos centrales no servirá de mucho.
Se debería dotar a la Unión de un Fondo Fiscal Compensatorio para países con problemas
El presupuesto de este año está tan nutrido de transferencias que los gastos crecen al 10%
De todo esto se habla en la cumbre de Toronto, y también de la orientación de las políticas fiscales en la actual coyuntura. Las posiciones están encontradas. Los europeos estamos pasando el trago de la crisis de la deuda soberana, a la que se ha asociado -posiblemente con exageración- la supervivencia misma del euro, y ante ello la respuesta ha sido acelerar el ajuste de las finanzas públicas para restablecer la confianza. Los norteamericanos, a los que no les afecta la crisis de la deuda, siguen dando prioridad al crecimiento y a la creación de empleo y, por tanto, son partidarios de mantener los estímulos fiscales. El tema es complejo, más allá de posiciones ideológicas, pero debería servir para reflexionar sobre cómo en Europa se pueden gestionar situaciones como la actual, ahora que se intenta avanzar en el fortalecimiento de la coordinación o gobierno económico común.
Está claro que la UEM está coja porque le falta la dimensión fiscal. Ello se intenta solucionar endureciendo el Pacto de Estabilidad para que los países no se lo salten tan alegremente como se ha hecho hasta ahora. Pero, en mi opinión, esta disciplina, aun siendo necesaria, es insuficiente. Se debería dotar a la Unión de un Fondo Fiscal Compensatorio, adicional al presupuesto ordinario, para utilizar en los casos en que algunos miembros sufran un shock asimétrico y carezcan de posibilidades de endeudarse en los mercados financieros para hacerle frente. Es el caso de España, que está bajo los efectos del estallido de una crisis inmobiliaria sin precedentes, con una tasa de paro del 20% y embarcada en un largo y profundo proceso de desapalancamiento del sector privado y financiero, todo lo cual le aboca a una recuperación lenta e insuficiente durante unos cuantos años. A esta economía, además de hacer todos los deberes y reformas del mundo, le vendría bien un apoyo externo en forma de préstamos a largo plazo que suavizara los efectos de un ajuste fiscal excesivamente drástico, y ese fondo serviría para eso. No puede ser, por ejemplo, que el ajuste fiscal deje en la cuneta la mitad o más de la inversión pública programada para los diez próximos años o que se resientan la financiación de la educación o las políticas activas de empleo.
En cuanto a las cuentas del Estado, los avances hasta ahora son escasos, aunque se observan cambios de tendencia en la evolución de los ingresos que, junto a la subida del IVA en julio, deberían permitir acercarse al objetivo de déficit de 62.000 millones de euros (5,9% del PIB) al finalizar el año . Si continúan estas tendencias, es probable que los ingresos superen las previsiones. El problema es que el presupuesto de este año está tan nutrido de transferencias diversas e importantes al resto de las Administraciones públicas, que los gastos siguen creciendo a tasas cercanas al 10%, lo cual hace muy difícil alcanzar el objetivo de déficit. De momento, el déficit acumulado en los 12 últimos meses, que es un indicador de la tendencia, alcanza los 98.300 millones de euros, un 9,3% del PIB. Mejor de lo previsto evolucionan, sin embargo, las cuentas de la Seguridad Social, lo cual daría un margen para compensar la posible desviación del déficit del Estado. -
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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