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Columna
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Verdades

David Trueba

Quienes confían en que la distancia es el olvido, seguramente se sorprendieron ayer al ver en todos los noticiarios del mundo las imágenes de aquel domingo sangriento de enero de 1972 cuando el Regimiento de Paracaidistas británico abrió fuego contra manifestantes nacionalistas católicos en Derry matando a 14 personas. Lo que hasta ahora eran interrogantes que contribuyeron a la mitificación y a la leyenda, van camino de un final tan ramplón como imprescindible. El recién llegado primer ministro conservador, David Cameron, tuvo que pedir perdón en el Parlamento en nombre de su partido, el Ejército y el país, tras las nuevas investigaciones que confirman que los soldados no respondieron a disparos en aquella jornada en Irlanda del Norte.

Quienes creen que los muertos de las cunetas o de la guerra sucia o de la injusticia permanecen por siempre sepultados bajo la mentira o la ignorancia, olvidan que no hay nada más terco que la matemática del tiempo: la suma de los años nos acerca al pasado, en una ecuación traumática pero saludable.

Las matemáticas a veces imponen una verdad más incontestable que las emociones y las pasiones. Bien es cierto que es fundamental alcanzar la paz tras el conflicto para que la verdad tenga algún interés, algún peso, alguna posibilidad de abrirse paso, porque donde hablan las armas las matemáticas solo sirven para sumar muertos.

Henri de Poincaré, cuyo nombre sigue siendo de actualidad matemática y más ahora que su famosa conjetura ha sido comprobada, escribió en El valor de la ciencia que la verdad científica y la verdad moral tienen que concebirse unidas y perseguirse sin miedo: "A veces creemos que la verdad nos debilitará, porque la ilusión nos da confianza, es más consoladora. Pero los que temen a la verdad son los que se preocupan por encima de todo de las consecuencias. Cuando creemos que hemos alcanzado la verdad en toda su belleza, descubrimos que hay que seguir avanzando, que quien persigue la verdad no encuentra reposo. Porque al final las mismas razones que nos hacen amar esas verdades, nos hacen temerlas".

En el laboratorio del mundo también a veces una investigación encuentra su tan temida como resplandeciente conclusión. Y funciona como aviso universal.

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