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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Susto

Juan Cruz

Del hombre miro siempre las manos, canta Raimon. Pues hay que fijarse en la mirada, y hay grandes miradas en la historia que sirven para entender lo que le pasa al hombre por dentro. En el cine, por ejemplo, hay una buena porción; vienen a la memoria los ojos de Alfredo Landa en El rey del río, de Gutiérrez Aragón; o la mirada despavorida de Fernando Fernán-Gómez, preso republicano en La lengua de las mariposas (de Cuerda, de Azcona y de Rivas); o los ojos melancólicos, casi finales, de Burt Lancaster en Atlantic City, de Louis Malle.

La mirada no engaña. Ahora la tele retransmite en directo la mirada, y en esta resalta el susto que vivimos. Por ejemplo, el último jueves en el Parlamento. Los políticos suelen disimular su mirada; en la época de Franco, los ministros siempre estaban como recién duchados, por si los llamaba Franco. Claro, la tele no los agarraba con el susto en el cuerpo. Ahí está ese cuerpo de guardia (los ministros de Zapatero) al borde del precipicio, y no pueden simular que están bien. Entre todas las imágenes que dieron las teles o los periódicos solo pude captar una sonrisa, la de Elena Salgado hablando por teléfono. Acaso porque desde el exterior le daban una buena noticia.

Dentro del hemiciclo (y en el mundo mundial, que decía Manolito Gafotas) las noticias son malas, y el susto es el tono de los ojos. CNN+ hizo por la tarde una retransmisión curiosa: la del silencio de los dos principales líderes sindicales, Toxo y Méndez. Se sentaron antes de que les dieran la vez (o la voz) para una conferencia de prensa, y en esos ojos desconcertados de los dos sindicalistas se vislumbraba la naturaleza del drama: estaban ahí, pero no tenían claro nada, ni del pasado ni del futuro.

Con lo cual, el presente solo los convocaba a balbuceos. Fueron segundos (acaso un minuto) de una enorme violencia interior, como si necesitaran agua para calmar el fuego de su alma. Y cuando el alma se incendia, que diría Luis Rosales, ya no se sabe hacia dónde mirar. De las fotos hubo una de Rajoy, bebiendo agua entre los suyos. Se saciaba la sed, o calmaba su incendio.

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