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Otra vez, la murga del PER

Periódicamente, insignes portavoces de la derecha española (sea esta central o periférica), vuelven su mirada hacia Andalucía para pontificar sobre las claves de nuestra realidad social. Hace pocos días era la señora Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, el último ha sido el moderado portavoz de Convergència i Unió en el Congreso de los Diputados, el señor Duran i Lleida. Casi siempre el tema viene a cuenta del PER (Plan de Empleo Rural). No me parece mal que este tema entre en el debate, pienso que en democracia todo lo que afecta al común debe discutirse en la plaza pública, lo que me indigna son las consecuencias de singularidad cuasi racista que nos atribuyen.

Estos preclaros portavoces explican nuestro comportamiento colectivo mejor que todos los psicólogos sociales (sea la indolencia o el adocenamiento del pita, pita, pita), analizan como si fueran sociólogos electorales el porqué votamos como votamos (la muy democrática teoría del voto cautivo) y sintetizan nuestro ideal de vida en la holganza y en la sopa boba.

No es nueva esta visión de Andalucía, de manera culta y refinada nos la encontramos dentro de La teoría de Andalucía de Ortega y Gasset, cuando afirma: "Mi idea es que su cultura -por tanto, su actividad "espiritual"- exalta y pule el plano vegetativo de la existencia".

El tema que utilizan hoy para sustentar esa visión de Andalucía, con más de ocho millones de habitantes, es por la existencia de un sistema de protección para los trabajadores/as del medio rural (subsidio agrario más Programa de Fomento del Empleo Agrario), que en síntesis supone que se benefician 173.000 personas, la mayoría mujeres (el 62%) por valor de 450 euros/mes y un coste total de 750 millones de euros. ¿Merecen estos datos la descalificación grosera de Andalucía y de los andaluces?

Necesitamos que se arrincone de una vez por todas las simplificaciones y los tópicos que han nutrido y siguen nutriendo los análisis sobre nosotros. Es necesaria mucha pedagogía social en Andalucía y fuera de Andalucía y aquí el papel de la derecha andaluza es esencial para convencer a sus homólogos españoles de que no somos diferentes, que la Andalucía actual se explica mucho más en términos de parecidos y semejanzas con las sociedades de nuestro entorno que de diferencias.

En España, tenemos planes de ayuda al mantenimiento de la actividad productiva, del carbón, del automóvil, de la pesca, de la energía.... Hemos asistido a planes de reconversión siderúrgica, textil, naval. Planes que, por la localización de esas industrias, han beneficiado a unos territorios muy concretos de España. Nunca se ha hablado de la indolencia o incompetencia de esos pueblos que detraían tantos recursos públicos, ni siquiera hemos pedido que se sumaran las cantidades para saber qué recibía cada cual.

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El PER nace en 1984, en plena operación de reconversión de la economía española, junto a los planes anteriormente citados. En Andalucía la reconversión a realizar era la del sector agrario, con excesivo peso en el PIB regional, unas estructuras anquilosadas y un fuerte excedente de mano de obra. Las opciones eran que lo ajuste el mercado, cuyas consecuencias eran conocidas: grandes desplazamientos de la población agraria a las capitales, la aparición de suburbios en las grandes ciudades, el despoblamiento del medio rural; o realizar una intervención que mantuviese la renta agraria, que mejorase las condiciones de vida del medio rural y mantuviese la población. Si miramos los objetivos, el PER se salda con mayor éxito que otras reconversiones realizadas en otros lugares.

A partir de aquí, debatamos sobre si es necesaria su continuidad (que en este año y después de los temporales de invierno me parece imprescindible), sobre su eficiencia, claramente mejorable, y sobre las corruptelas que pudiese esconder, para erradicarlas. (Por cierto, señor Duran, cuando se tienen pruebas de corrupción, en un país democrático, se va a los tribunales, sino la acusación es una infamia). Es normal que en tiempos de crisis debatamos sobre dónde hay que recortar el gasto público, en el PER, en las televisiones públicas, en los gastos farmacéuticos... pero ese debate se puede y se debe hacer sin ofendernos con la murga del PER.

Exigir ese respeto es una obligación de todos, del Gobierno y de la oposición.

Javier Torres Vela es ex presidente del Parlamento de Andalucía.

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