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Columna
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Lecciones de ciudadanía

Se están celebrando en Alicante las Jornadas que organiza la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas, que este año alcanzan su cuarta edición. Lo que comenzó como la acción voluntariosa de unas cuantas personas preocupadas por el porvenir de la ciudad, se ha consolidado con el tiempo. El hecho ha sorprendido a muchos alicantinos, entre los que me encuentro. No es fácil que estas acciones desprendidas, edificadas al margen de los partidos políticos, tengan continuidad entre nosotros. Cuando se celebraron las primeras jornadas, muchos pensamos que no volverían a repetirse. Me alegra haberme equivocado. Desde luego, no podríamos afirmar que estos actos sean un suceso destacado en la ciudad, porque no todo el mundo tiene esta clase de preocupaciones; pero su importancia crece de año en año y aumenta el interés por ellas.

El éxito de las jornadas es resultado del trabajo de la gente de la PIC y, sobre todo, de la enorme voluntad que ponen en el empeño. El colectivo, integrado por profesionales y profesores en su mayor parte, ha acometido empresas que cualquier hubiera juzgado muy lejos de su alcance. Esta cualidad ya se puso de manifiesto en la oposición al palacio de congresos que Díaz Alperi pretendía construir en el Benacantil. Tras una larga batalla, Díaz se vio obligado a retirar el proyecto. Pero ha sido en el Plan Rabassa donde la firmeza de la PIC en defensa de los intereses públicos sobre los particulares se ha manifestado de un modo más evidente. Como es natural, esta conducta no ha gustado a todo el mundo.

Con el tiempo, las acciones de la Plataforma han tenido indudables consecuencias sobre la vida de Alicante. La más evidente -si dejamos a un lado los hechos que acabo de mencionar- es la de haber acabado con la vieja idea del menfotisme. El menfotisme, que durante tanto tiempo ha servido para justificar la pasividad del alicantino ante cualquier asunto público, ha perdido por completo su razón de ser. Hoy, pocos, por no decir nadie, creen ya en él.

Uno de los factores que han contribuido a la difusión de las Jornadas de un modo más directo es la capacidad de la PIC para sumar al proyecto a otros colectivos sociales. Como la Plataforma no se debe a las servidumbres de los partidos políticos, puede permitirse actuar con libertad. Su actividad no es la política partidista, que se realiza pensando en el voto a cada momento, sino crear una conciencia reflexiva, crítica, sobre los problemas de la ciudad. Si hubiera que proponer una definición, diríamos que la Plataforma pretende que los ciudadanos ejerzan la ciudadanía. De ahí que, para lograr ese objetivo, las Jornadas se hayan abierto a los institutos de enseñanza, a las asociaciones vecinales, a los grupos de teatro.

En el programa de este año, figura un acto que debemos destacar. Se trata del viaje a Valencia que la PIC organizó el sábado pasado. La modestia del hecho no mengua su valor simbólico que es elevado. El viaje es el modo en que la Plataforma muestra que la Comunidad Valenciana es un asunto de todos, en el que no valen los aislacionismos. La declaración es importante porque se manifiesta con hechos. Frente a la retórica habitual de los políticos profesionales -¡Cuánta hemos debido soportar en los últimos años!-, estas manifestaciones que algunos tacharán de ingenuas tienen una indudable lucidez. Nos recuerdan que, en contra de lo que pretenden algunos avispados, los protagonistas de la política somos los ciudadanos.

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